Las Perlas Musicales

cantante principalmente, pero también me apasiona tocar el piano. Antes de tocar el piano había aprendido a tocar la guitarra, gracias a mis papás y a la clase de música del colegio, y ese era mi instrumento acompañante. Sin embargo, cuando entré a estudiar canto a una academia de música, el dueño se dio cuenta de que tenía muy buen oído y me becó para que estudiara piano también. Así que trajimos el viejo piano de la infancia de mi mamá, y me dispuse a aprender casi desde cero. Tenía en ese entonces 16 años.

Mi primer repertorio fueron muchos ejercicios de Hanon y Czerny, una canción de Evanescence sacada de oído por el profesor, y algunas melodías con acompañamiento. Luego aprendí algunas sonatinas, pero sobretodo música pop que me gustaba. Entré a la universidad a estudiar canto, pero tenía que ver piano complementario también. En esas clases aprendí todo lo necesario de armonía, piezas cortas y fáciles, invenciones de Bach, y a acompañar blues y bossa nova. En esa época compuse muchas canciones acompañadas de piano y saqué más canciones de rock y pop.

Sin embargo, perdí la disciplina por mucho tiempo, y mi habilidad para el piano disminuyó considerablemente: retrocedí. Llevo unos cuantos años tratando de practicar todos los días para recuperar el nivel que tuve alguna vez y para ser aún mejor, porque este retroceso me ha hecho desarrollar pánico escénico para tocar el piano. Adicionalmente, he comenzado a darle clases de piano básico a adultos y niños, sobretodo niños.

Por otro lado, desde niña siento mucha fascinación por Beethoven, Schubert y Chopin. Como cantante me he aprendido algunas lieder (canciones) de Schubert, e hice mi tesis de pregrado acerca de ellas. También sé tocar en el piano algunas piezas fáciles de Beethoven; pero siempre sentí que Chopin estaba muy por encima de mis posibilidades.

Una tarde tuve mi primera clase con un niño de 11 años que ya tenía algunas nociones de piano. Tenía muchísimas partituras impresas, desde transcripciones de música de videojuegos hechas por fans, hasta transcripciones digitales fáciles de piezas de música clásica como el Nocturno Op. 9 no. 2 de Chopin. Esa última me la traje a mi casa para estudiarla porque el niño no la había sacado aún. Pero me pareció una transcripción terrible: era demasiado simple, y la armonía y el ritmo estaban mal…

Recordé que le había recibido a mi mamá una gran cantidad de libros de piano de cuando ella tomó clases en su infancia, en los años 60’s y 70’s. Había ojeado como 5 tomos de unos libritos llamados Perlas Musicales, y recordé que en esos libros estaban los clásicos más populares de la música para piano, pero que yo consideraba muy difíciles y avanzados para mí. Busqué entonces en las Perlas Musicales esta pieza de Chopin y la encontré: resulta que todas esas piezas son arreglos, no las originales. Me puse a leer este arreglo y lo encontré lo suficientemente complejo como para que se entienda que se trata de Chopin, y la esencia de la pieza, pero lo suficientemente sencillo como para que yo lo pudiera leer completo de una sentada.

Me sentí tan feliz… Inmediatamente marqué el Vals Op. 18 de Chopin, y otro día lo leí, para darme cuenta de que es lo mismo… Mis piezas favoritas, tocables por mí, que estoy lejos de ser pianista de concierto.

Varias veces hemos hablado con amigos pianistas de que el piano es desagradecido. No es como la guitarra, que suena bien con que te sepas unos cuantos acordes y rasgueos, sino que el piano suena bien después de mucha práctica y ya en cierto nivel de complejidad. Sin embargo, hoy pienso que es porque no se conocen tantas piezas o arreglos como estos que guarden suficiente musicalidad en un nivel más intermedio, sobretodo en la música clásica (en la música pop es una historia diferente).

Antes de tener acceso a las grabaciones de los concertistas, conocer la música dependía de la niña que tomaba las clases, como mi mamá, y ella tenía que ser capaz de entretener y amenizar las reuniones o simplemente el día a día con música agradable y conocida, sin necesidad de tener el nivel de los grandes teatros. Con estas Perlas Musicales se lograba sobradamente: Chopin simplificado pero digno, y los mismo Brahms y Liszt. No simplificado indigno, como la aplicación de Simply Piano u otros libros modernos, en los que solo es «melodía y acordes», y se omite el movimiento, el fraseo, el afecto de las piezas. No sé si existan ediciones como las Perlas hoy en día, me cuentan en los comentarios.

Me siento muy realizada, para ser sincera. Me siento más motivada para todo, tanto para seguir tocando como para enseñar. El piano es un instrumento maravilloso.

Una cita de Chesterton (fragmento que me es muy familiar)

Me he puesto a releer «El hombre que fue Jueves», de G.K. Chesterton por puro placer y gusto. Y sabía que me iba a topar con este fragmento que me sacudió hace 10 años, la primera vez que lo leí, y que sigue sintiéndose muy cercano.

«Era Syme uno de esos hombres a quienes la aterradora locura de las revoluciones empuja, desde edad temprana, a un ‘conservatismo’ excesivo. Este sentimiento no provenía de ninguna tradición: su amor a la respetabilidad era espontáneo, y se había manifestado de pronto, como una rebelión contra la rebelión. Procedía de una familia de extravagantes, cuyos más antiguos miembros habían participado siempre de las opiniones nuevas. Uno de sus tíos acostumbraba salir a la calle sin sombrero, y el otro había fracasado en el intento de no llevar más que un sombrero por único vestido. Su padre cultivaba las artes, y la realización de su propio Yo. Su madre estaba por la higiene y la vida simple. De modo que el niño, durante sus tiernos años, no conoció otras bebidas más que los extremos del ajenjo y el cacao, por los cuales experimentaba la más saludable repugnancia. Cuanto se obstinaba su madre en predicar la abstinencia puritana, tanto se empeñaba su padre en entregarse a las licencias paganas; y cuando aquella dio en el vegetarianismo, este ya estaba a punto de defender el canibalismo.
Rodeado, desde la infancia, por todas las formas de revolución, Gabriel no podía menos de revolucionar en nombre de algo, y tuvo que hacerlo en nombre de lo único que quedaba: la cordura.»

Mi historia es muy similiar a la de Gabriel Syme en este aspecto. Mi familia siempre estuvo polarizada, y fui criada entre contradicciones constantes. Había sincronía en las cosas más superficiales, pero de fondo, en los valores, muy cerca de ser opuestos.

¿Cuál fue el resultado, ya viéndolo en mis treintas? Pues que estuve muy confundida e infeliz en la contradicción hasta que encontré por mí misma la verdad, que se acerca más al lado de mi mamá que al de mi papá, sin ser del todo lo mismo.

Algunas personas en mi lugar asumirían que, viendo tanto compromiso y convicción en posiciones contrarias, ambas son válidas; otra persona diría que ninguna lo es. Y este par de perspectivas deriva en la muy desesperanzadora idea de que no existe una única Verdad, de que todo es subjetivo, relativo.

Sin embargo, era apurado hacer esos juicios porque ambas posturas estaban incompletas, y creo que eso es lo que caracteriza a las ideologías recientes, incluso dentro de la misma Iglesia.

Mientras que Gabriel Syme optó por el sentido común, yo opté por el fondo. ¿Qué hay en el fondo? Traumas, acontecimientos históricos, la época, la familia, la costumbre, los medios… Tenía que haber algo más allá, tenía que trascender unos gustos, unas inclinaciones, unos genes, unas tendencias, una época…

He aquí uno de los muchos aspectos de mi vida que se vieron completamente satisfechos por la Madre Santa Iglesia Católica, una sed que se vio colmada con creces al leer a San Agustín, sobretodo. Pero también Chesterton colaboró, y los muchos teólogos y filósofos que nos muestran lo verdadera que es nuestra fe, lo razonables, maravillosos y sobrecogedores que son los episodios de la vida de Cristo, y lo ordenados y liberadores que son sus mandatos. Al final, aquí encontré un fundamento con sustancia para darle a mi vida.

De vuelta a Silvio

Este último mes he tenido la oportunidad de enseñar Español como segunda lengua, y ha sido una experiencia interesante de mucha paciencia, pero también de enamorarme de mi querida lengua materna, y de regresar a mis años de la adolescencia debido a los temas del contenido. 

Yo siempre he amado y defendido la literatura hispánica, sobretodo la de Colombia mi país, y no dudé en empacarme un tomo de Rimas y verdades de Rafael Pombo para mostrar con orgullo lo exquisita, ingeniosa y profunda que puede llegar a ser nuestra lengua. Pero sí tuve problemas buscando música en español, porque no conozco mucho y lo que conozco no me gusta, o lo tengo enterrado en mi memoria y no en la superficie. En la superficie flota una espesa capa de música en inglés, con algunos cúmulos de música en latín. 

Paralelamente, hemos hablado mucho del futuro: ¿Qué planes tienes? ¿Cómo vas a alcanzar tus metas? ¿Dónde te ves en 20 años? Temas muy razonables para muchachos que están en los últimos años de colegio, como mi estudiante. Entonces he revisitado mis sueños e ilusiones de esa edad… Y sorprendentemente no me he deprimido, sino que me he consolado pensando que sigo siendo joven para mis sueños más sustanciosos. 

La música en español y mis sueños de adolescencia convergen en Silvio Rodríguez. Silvio canta en español (evidentemente), y junto con Paul Simon es la razón por la que yo quería ser Cantautora. Así es, si es que he olvidado mencionarlo hasta ahora, la razón por la que decidí estudiar música era para ser trovadora como Silvio. 

Y por si alguien se lo está preguntando, si me llamaba la atención la izquierda cuando era muy joven, pero no quería ser trovadora por una razón política, me llamaba la atención la figura del trovador medieval, muy parecido a Silvio, que solo tiene su voz y su laúd (o guitarra) y canta acerca de lo que se le ocurra como para sí mismo… Así quería andar yo por el mundo y la vida, cantando acerca de cosas que pasan, sentimientos, personas y cosas etéreas como en esta canción de Caballo Místico. 

En fin, dejé de escuchar a Silvio por unos años porque políticamente no era muy afin conmigo, pero quise hacer ese detalle a un lado durante este mes, y me dediqué por varios días a escuchar una y otra vez la lista de Imprescindibles de Silvio Rodríguez en Apple Music. Había canciones preciosas, otras no mucho, pero nada como lo que yo escuchaba en mi casa en aquella época. Lo que escuchaba era el álbum llamado «Domínguez».

Claro, cambié la lista por este álbum, y volví a mis sueños de la adolescencia. Ese es mi álbum… Porque desde mi blog de Impresiones he establecido que no soy una persona de artistas, soy una persona de álbumes. Rara vez me gusta más de un álbum de un artista, y por eso no soy fan de nadie… Es más probable que me guste un conjunto de artista, productor, circunstancias, tema e inspiración llamado ÁLBUM. Y Domínguez es ac´ustico, místico y etéreo, como los temas sobre los que me encanta la m´úsica. 

Ya he ido recordando y recopilando música en español que me ha cautivado a lo largo de mi vida, y quien sabe, a lo mejor esas letras y rimas me inspiren para componer más canciones. 

«The Beatles: Get back», pero ya tengo 30 años

Tengo 30 años actualmente, la edad que rondan los Beatles en este documental. Ya algunos están casados como yo, y el frenesí de los 20 se está aplacando. Hemos estado aquí y allá en la música, y ya la comprendemos y la controlamos bastante bien. Digamos que la gran diferencia entre ellos y yo es la fama y la fortuna… Entre otras 10 cosas…

Escucho canciones de los Beatles desde que tengo memoria porque a mi papá le encantan, y tiene, si no todos, casi todos los álbumes. Hasta recuerdo una anécdota de mi infancia en la que le pedí que quitara el «Carmina Burana» de Orff, que me estaba asustando, y él lo remplazó por los Beatles, así que esa noche, a mis 6 o 7 años, por fin pude dormir tranquila. Pero a pesar de que estuvieron de fondo durante mi infancia, nunca desarrollé un interés particular hacía ellos, solamente me sabía sus nombres como cultura general, y en mi adolescencia me aprendí «Yesterday» y «Let it be» porque eran clásicos que había que saberse.

Más tarde llegó la película «Across the universe», que puso a los Beatles en el mapa para las nuevas generaciones, y simultáneamente, mi hermana se aprendía «Blackbird» en la guitarra y la cantábamos una octava arriba. Pero no me volví fan de ellos, es más, llegué a hartarme de su nueva popularidad y decidí que no me gustaban.

En mi primer trabajo como profe de canto en una academia de música, se nos pidió a todos los profes que montáramos un medley de los Beatles para el concierto de semestre, porque el tema general del concierto eran los Beatles. Pues entre las canciones del medley y las canciones que cantaron mis alumnos, yo me convertí en una especie de rocola de los Beatles y ahora me sé por lo menos un pedazo de todos sus éxitos, lo que supuso una reconciliación con ellos, sorprendentemente.

Sigo sin ser fan, aunque les gané muchísima simpatía después de este documental. Este documental desintegró la masa «Beatles» para mí y me mostró 4 personas diferentes, con choques, problemas y esfuerzos de condescender desiguales, finalmente con caminos creativos y personales tan distintos, que no podían seguir juntos.

Antes del primer episodio, George Harrison no existía para mí, pero después, me leí su vida entera en la Wikipedia, y escuché una lista de canciones imprescindibles de cuando fue solista. Qué persona tan interesante y con la que me podía identificar tanto: introvertido y de fuertes inquietudes espirituales, de bajo perfil y que le cuesta hacerse notar al lado de los tan llamativos Lennon y McCartney.

Después del segundo episodio ya estaba yo googleando los tipos de personalidad Myers-Briggs de cada uno de ellos, porque los roles eran más o menos claros, pero las dinámicas complejas. Por ejemplo, sentí que Lennon y McCartney se leían la mente, pero mientras Paul daba órdenes y tenía más iniciativa, se hacía lo que John permitiera. Eso sentí… No es que tenga que ser cierto. También quedé asombrada de lo buen cantante que es McCartney, mucho mejor que los demás. Ringo era una persona fácil de tratar que no ponía mucho problema por nada, al contrario, se le veía muy a gusto contemplando lo que pasaba entre los otros.

Al terminar el último episodio tuve que ponerme los audífonos buenos y escuchar el álbum que grabaron en el documental: «Let it be», que está lejísimos de ser el favorito de mi papá, según me ha dicho. Lo entiendo, no todas las canciones son hits, por ahí tres me fascinaron. Sin embargo, la experiencia de escucharlos fue muy distinta esta vez porque distinguí la voz de cada uno, me fijaba en la batería pensando en Ringo, en la guitarra pensando en Harrison, en los teclados pensando en Billy Preston, y así con todos. Yo, que soy un lobo solitario, me sorprendía de que personas tan diferentes pudieran sacar un producto tan genial, pero a la vez entendí porque tenían que separarse…

No sé. Creo que fue el momento perfecto para profundizar en la vida de esta banda, porque pude verlos un poco reflejados en mi vida.