Hacer escalas…

Es más importante de lo que uno cree.

Y me dirijo especialmente a mis colegas cantantes profesionales y a los muchos cantantes no profesionales pero de muy buen instinto y muy talentosos (a veces mejores que los profesionales) que conozco.

A veces sucede que los coros con responsabilidades, como un coro de iglesia, dejan de calentar la voz y deciden comenzar el ensayo directamente con las canciones o las piezas. Nos da pereza hacer un par de ejercicios antes porque parece tiempo perdido o que podría ser mejor utilizado. Ya no somos como los principiantes que no tienen la voz puesta en el lugar correcto, al contrario, en nuestro coro cada quien sabe ya por costumbre cómo emitir mejor, qué sensación es la que debe tener en su sistema. ¿De qué sirve calentar entonces? Además todos tenemos oído, somos afinados.

Se supone que todos en el coro debemos estar cantando las mismas notas: el mismo DO, el mismo RE, el mismo MI, etc. para sonar en armonía, lo que puede ser sencillo sólo escuchando y ajustándose a los acordes que se forman. Pero resulta que tenemos una sucesión de corcheas en una sola voz, una especie de ornamento o melisma, y las distancias entre las notas no son claras. ¿Por qué? Porque no hemos cantado la escala, no hemos hecho conciencia de la repartición de tonos y semitonos para la tonalidad de esta pieza.

Pero la prueba definitiva es cuando encontramos en un pasaje una escala de 6 notas o más, que para colmo no parte de la Tónica. Esa es una prueba tremenda porque si no se hace como debe ser, las consecuencias perjudicarán, no solo la armonía, sino tal vez el afecto y la intención de la música. Tal vez esa escala da una sensación frigia, pero se canta como menor y así no comunica la oscuridad que debiera y así; o tal vez no se canta un sostenido, que debía completar un acorde de Dominante.

Las escalas se deben hacer para que todos los integrantes del coro entremos en el mismo temperamento, ajustemos el color de las voces, pero también para entrar en el lenguaje… Estamos revisando la gramática del idioma para poder comunicarnos bien.

Yo les recomendaría a los coros o grupos vocales semi-profesionales como a los que yo pertenezco que hagan ejercicios que lleguen o pasen el 8º grado de la escala, o que se abarque lo más posible, y así también nuestras voces se van haciendo más homogéneas en los graves, medios y agudos.

«The joy of singing» y la cita con el artista

Desde hace un tiempo se habla en el campo de los cantantes de esta escuela New Voice Studio, fundada en Italia por dos señoras que se dieron cuenta de que la forma que tenemos de cantar hoy en día, tanto en el pop como en la Academia, se basa en la tensión de los músculos y tiene terribles consecuencias a largo plazo. Eso con respecto a lo físico, pero también hablan mucho de que se debe recuperar la facilidad, la elegancia y «the joy of singing», que yo traduzco como LA ALEGRÍA DE CANTAR.

Se pregunta uno, ¿cómo es posible que se haya perdido el placer y la alegría de cantar? Es sencillo, cantar se ha vuelto una especie de deporte competitivo en el que se espera que un cantante demuestre gran poder: con un volumen muy fuerte, llegando a notas muy agudas con la voz de pecho, haciendo agilidades o melismas, etc., pero también, en un nivel menor, sonando como se espera que suene para determinados géneros, porque hay modas y sonoridades para el pop, el rock, la ópera, pero también para las músicas típicas colombiana, mexicana y así. Y es probable que cada voz única tienda hacia alguna de estas sonoridades naturalmente, pero eso no debería ser obligación ni atadura para nadie.

Por mi parte concluyo que la mayoría del tiempo no estoy disfrutando al cantar. Cuando canto música sacra en ensayo o en la misa, lo estoy haciendo como una máquina la mayoría de las veces, tratando de que cada nota salga bien, sin pensar en la intención de la música que está sonando, o peor, en el texto que estamos diciendo. Y ya no me sé casi canciones fuera de este ámbito, me sé las últimas canciones que me aprendí hace 10 años con las que ya no me identifico mucho, pero que además, las quiero cantar forzando mi voz de pecho lo más posible, tratando de hacer el belting que ya no puedo hacer, y que según las señoras maestras italianas, no es saludable.

Por otro lado está la «cita con el artista», un hábito que encontré por ahí en una especie de libro de autoayuda para creativos (que no me terminé porque me pareció un poco esotérico), que consiste en agendar un tiempo para uno estar con su arte, ya sea para inspirarse o para ejercitarse en él sin presiones, todo con el propósito de mantenerse motivado y productivo. Empecé a implementar mis citas haciendo ejercicios de composición, que no estaba mal, sin embargo, un día que me puse a tocar y a cantar mis propias canciones, entendí que me siento más motivada y más conectada con mi artista cuando CANTO lo que he escrito.

Tocando y cantando mis propias canciones SIEMPRE experimento el placer y la alegría de cantar, pues por lo general es el nivel de dificultad y el registro que me dicta mi organismo, y soy yo desahogándome, expresándome, hablando de lo que siento o pienso o me ha impresionado. La comunicación, que es la principal finalidad del canto, es lo más fácil posible cuando canto mis canciones.

Tengo pendiente aprenderme unas cuantas nuevas canciones para cantar en mi tiempo libre con las que me identifique mejor y pueda usar la voz que tengo ahora; pero también quisiera hacer el ejercicio de cantar de forma más sencilla la música sacra, sin pensar en cómo me está sonando esta vocal, cómo estoy coloreando, y otras cosas así, sino pensando más en el significado del texto y el movimiento de la música.

Se me ocurre que… Es como si hoy en día el cantante cantara para sí mismo, no para los demás.

Las sopranos en el jazz, los grupos a cappella y «ese brillito»

Siempre he sabido que mi voz es bastante brillante: no sólo nací soprano, sino que sufro de rinitis y mi voz siempre tira a la nasalidad. Sin embargo no me importa mucho, al contrario, la mayoría del tiempo me garantiza que me voy a distinguir de entra las demás voces, pero ¿es eso lo que quiero? Después de todo canto en un coro, no es «Laura y sus coristas de respaldo», debería colaborar para mezclar lo mejor posible. 


Ayer en la fiesta del Inmaculado Corazón, cantamos una pieza para coro de mujeres, y quise escuchar cómo había salido en la transmisión en vivo por YouTube. Mi parte no me salió muy prolija, pero seguí escuchando algunas otras piezas de la misa. No sé si es que en esta misa me excedí más que nunca, o que amanecí muy dura conmigo, pero detesté mi voz como nunca por culpa de ese «brillito». 


Recordé que a lo mejor el parlante del celular no estaba ayudando, y me puse los audífonos. Ese «brillito» lo describiría como una suciedad de frecuencias altas que tiene mi voz, como un rechinido metálico. Supongo que los audífonos mitigaron la sensación porque manejan un rango de frecuencias más amplio y se oyen los armónicos de abajo, que son débiles en mí pero cada vez están más presentes.  La cosa mejoró considerablemente, entonces me puse a escuchar grabaciones mías de varios años que no me convencían mucho, y caí en cuenta de algunas cosas. 


A pesar de que tengo bases muy decentes de canto lírico, lo que estudié en la universidad fue canto jazz, y aunque llevo años ya cantando música sacra, nunca he dejado de cantar en ese estilo por mi lado, ni tampoco he dejado de enseñarlo. Pero en el jazz el mecanismo que prima es la voz de pecho, y el registro de soprano no tienen mucha cabida en el género y sus derivados. Si aparece, es en la improvisación, o para ornamentar, y si se usa la voz de cabeza, rara vez es plena, y casi siempre nasal o CON AIRE. Hace unos años fui parte de un grupo que hacía covers de rock, soul y pop A cappella, es decir, sin instrumentos, emulando los instrumentos con la voz; y lo más natural para mi fue asumir la voz más aguda de mujer. La cosa era que para el estilo, esas notas agudas debían ser con aire, sutiles y no plenas, porque la voz más aguda era un efecto del acompañamiento, no la voz principal. Aquí está uno de nuestros temas: 
https://soundcloud.com/lasociedaddeltelescopio/jigsaw-folling-into-place

Ahorita que escuché algunas de mis canciones me gustó mucho mi voz, llena y calmada, pero en un registro medio DE PECHO, y las notas agudas CON AIRE. Y mis grabaciones de música sacra, con una voz de cabeza cada vez más plena pero un poco débil y sin control, con el «brillito» por encima en algunas vocales. Mi teoría es que el brillito resultó de la suciedad que tiene la voz con aire o falsete, que se mezcló con mi nasalidad característica. 

Según mi conocimiento imperfecto pensaría que puedo corregir el defecto levantando más el paladar blando y con un mejor apoyo del diafragma, y también sospecho que implicaría un programa de abstinencia de hacer vibratto y otros «adornos» (mañas), mientras aprendo a sacar un sonido redondo y parejo… Si alguien tiene otras sugerencias o explicaciones, bienvenidos a comentar.