La dimensión filosófica del Canto Gregoriano

Este es un pasaje traducido por mí del libro Reflections on the Spirituality of Gregorian Chant de Dom Jacques Hourlier (1995, Paraclete Press), que reúne una serie de conferencias del autor. Es por eso que se siente tan espontáneo, o hablado.

«En este punto podríamos hablar largamente del adagio arte por el arte. Sin embargo, bastará decir que este cliché es radicalmente anti-artístico. Hay dos tipos de música: Una que hace al oyente esclavo de lo que escucha, y otra que hace al oyente libre. La primera «lanza un hechizo» sobre la naturaleza sensual del hombre; la segunda funciona a nivel espiritual. Recordemos por un momento las palabras de Gauguin: ‘el arte primitivo procede de la mente y hace uso de la naturaleza… La naturaleza degrada al artista dejándose adorar por él…’ .

El Canto Gregoriano hace exactamente lo contrario. Su estado predominante ha sido descrito como un «estado de exaltación calmado». Su carácter apaciguante y purificador es una especie de preparación moral, y su transparencia limpia la opacidad de las cosas materiales para abrir paso a los valores espirituales. El Papa Pío XII, al igual que otros Papas, elogiaba la santidad del Canto Gregoriano, pues con santidad se refería a esa ausencia de elementos externos y a la separación de lo profano a través de la total consagración a Dios. El arte verdadero revela una parte de la belleza de Dios, porque el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios… El arte verdadero abre el camino a la región del misterio, no sólo porque abre el alma a misterios invisibles e inexplicables, sino porque hace estos misterios tangibles. El Canto Gregoriano es particularmente efectivo para tocar el «oído de nuestro corazón».

Uno de los secretos de la efectividad del Canto Gregoriano es que, en vez de intentar complacer al oyente, le habla de Dios. Las personas no se buscan a sí mismas en el Canto, buscan alcanzar a Dios, así que el arte musical es sometido a un último fin, que es la unión con Dios.

La relación recíproca entre el hombre y Dios

Después de demostrar que la música nos separa del mundo y de nuestro ser inferior, George Balàn declara que la música no es un fin en sí mismo, sino que nos dispone para la vida mística, es por eso que existe una semejanza con Cristo (esto aplica para la verdadera música, en oposición a la «anti-música», y por encima de todo al Canto Gregoriano).

La expresión «semejante a Cristo» genera la inquietud de si es posible que el Canto Gregoriano tenga o no una relación con el Verbo Eterno, o un valor de Encarnación como tal. Conocemos bien su conexión intrínseca con las Escrituras, y sabemos por lo tanto que habla de Dios, o más bien que Dios nos habla a través del Canto. Bàlan verifica entonces lo que A.D Sertillanges había expresado de una forma más general. ‘Qué honor’ dice, ‘que este arte esté tan incorporado con la vida del alma en Dios, con la vida de Dios en el alma’. Es por eso que el Canto Gregoriano se percibe más «místico» que otros tipos de música religiosa.

El Canto establece una conexión entre el hombre y Dios porque sugiere e interpreta realidades divinas, y porque inflama un amor desinteresado por estas realidades. Podemos citar a San Agustín:

«Cantare amantis est»

Cantar es propio de quien ama.

y podemos revertir la cita:

«Amare cantoris est»

Amar es propio de quien canta.

El lugar que tiene el amor en el Canto Gregoriano corresponde a la presencia del Espíritu Santo en el alma. ‘Si me dais paz, si me dais santa alegría, entonces el alma de tu esclavo estará llena de música,’ dice Gerson, un sentimiento compartido por Tomás de Kempis en su Imitación de Cristo.

El valor espiritual del Canto Gregoriano es determinado en grandísima medida por la experiencia religiosa del compositor, el cantor y el oyente. Adicionalmente, el Canto Gregoriano, más que otros estilos musicales, refleja las buenas cualidades del artista: Su talento artístico, ciertamente, pero también su riqueza espiritual, su estado de gracia y su santidad. Este ha sido comparado con el arte de pintar íconos, pues los temas ya están dados hasta el más mínimo detalle, lo cuál le deja espacio al artista únicamente para expresar, a través de sus habilidades, su alma y su vida interior.

Así que, para concluir, regresemos al aspecto litúrgico del Canto Gregoriano para notar lo perfectamente que encaja la parte vertical de la Liturgia. El hombre sirve de instrumento, pero es a la vez el beneficiario. Así como la Liturgia en sí misma, el Canto Gregoriano es ofrecido por Cristo Dios y hombre, a Dios Uno y Trino.»

Hacer escalas…

Es más importante de lo que uno cree.

Y me dirijo especialmente a mis colegas cantantes profesionales y a los muchos cantantes no profesionales pero de muy buen instinto y muy talentosos (a veces mejores que los profesionales) que conozco.

A veces sucede que los coros con responsabilidades, como un coro de iglesia, dejan de calentar la voz y deciden comenzar el ensayo directamente con las canciones o las piezas. Nos da pereza hacer un par de ejercicios antes porque parece tiempo perdido o que podría ser mejor utilizado. Ya no somos como los principiantes que no tienen la voz puesta en el lugar correcto, al contrario, en nuestro coro cada quien sabe ya por costumbre cómo emitir mejor, qué sensación es la que debe tener en su sistema. ¿De qué sirve calentar entonces? Además todos tenemos oído, somos afinados.

Se supone que todos en el coro debemos estar cantando las mismas notas: el mismo DO, el mismo RE, el mismo MI, etc. para sonar en armonía, lo que puede ser sencillo sólo escuchando y ajustándose a los acordes que se forman. Pero resulta que tenemos una sucesión de corcheas en una sola voz, una especie de ornamento o melisma, y las distancias entre las notas no son claras. ¿Por qué? Porque no hemos cantado la escala, no hemos hecho conciencia de la repartición de tonos y semitonos para la tonalidad de esta pieza.

Pero la prueba definitiva es cuando encontramos en un pasaje una escala de 6 notas o más, que para colmo no parte de la Tónica. Esa es una prueba tremenda porque si no se hace como debe ser, las consecuencias perjudicarán, no solo la armonía, sino tal vez el afecto y la intención de la música. Tal vez esa escala da una sensación frigia, pero se canta como menor y así no comunica la oscuridad que debiera y así; o tal vez no se canta un sostenido, que debía completar un acorde de Dominante.

Las escalas se deben hacer para que todos los integrantes del coro entremos en el mismo temperamento, ajustemos el color de las voces, pero también para entrar en el lenguaje… Estamos revisando la gramática del idioma para poder comunicarnos bien.

Yo les recomendaría a los coros o grupos vocales semi-profesionales como a los que yo pertenezco que hagan ejercicios que lleguen o pasen el 8º grado de la escala, o que se abarque lo más posible, y así también nuestras voces se van haciendo más homogéneas en los graves, medios y agudos.

Músico que practica, mejora.

Así de simple… ¿Alguien tiene alguna forma más ingeniosa de decirlo? Por favor, compártala.

Llevo ya un par de años sufriendo de unos nervios paralizantes terribles de los que no sufría antes… Es más, siempre he sido muy tímida para todo menos para la música, pero ahora no soy tímida en general y sí cuando tengo que cantar sola, o PEOR, tocar teclado. La mente se me nubla, las manos me tiemblan y me pregunto qué hago ahí en primer lugar.

Hay lugares en los que he logrado sobreponerme, como la Capilla en la que estoy cantando cada Domingo. A veces me toca hacer una voz a mi sola, y aunque al principio me ponía muy nerviosa, ya me he acostumbrado al lugar y a las personas, he tomado confianza, me he relajado, y he ofrecido mi canto cada vez con una pequeña oración en la que recuerdo que entrego mi interpretación con sencillez, no con grandes pretensiones. Porque ahí están las dos claves de mis nervios:

  1. Que quiero hacer las cosas muy bien, si es posible perfectamente, pero a la vez no creo que pueda hacerlo.
  2. Que como con todo en la vida, necesito acostumbrarme. Yo domino las situaciones, los conocimientos, las técnicas, mis propias emociones y respuestas con HÁBITO, haciéndolo una y otra vez.

El primer punto se soluciona con el pequeño ejercicio de humildad que comenté, y con un consistente trabajo interno de entender que no lo puedo controlar todo y que la perfección no debe ser mi objetivo, sino la transmisión exitosa de lo que la música deba comunicar. Sobretodo que esto no lo hago por mí, para sentirme la mejor… Eso sería soberbia.

Pero en el segundo punto entra el tema de la práctica, es decir repetir y repetir corrigiendo errores, con conciencia de cómo hacerlo mejor cada vez, permitiéndole a la mente comprender y al cuerpo interiorizar la técnica. En ocasiones también se debe practicar en el lugar para entender el espacio, la acústica y las dinámicas (la comunicación con el Altar, si es en una iglesia; el ir y venir de personas si es un bar o restaurante).

Tengo una estudiante con mucho talento natural a la que le costaba una sola cosa: la afinación. Esa debilidad le había quitado la confianza como cantante, y sentía yo que sacaba una canción tras otra por el deber de perseverar. Pero hace un par de semanas, algo hizo «click» en su cerebro, y de repente cantar afinado y con voz grande le está fluyendo con facilidad. Mi explicación es que la práctica, la repetición consistente de las canciones y los ejercicios conmigo y por su lado, hizo que su cuerpo los interiorizara de forma que ya le sale sin pensarlo, pues antes tenía que pensarlo mucho. Ver estos avances es bellísimo y muy emocionante.

Entonces animo a los músicos aficionados y profesionales a que no se rindan si no les está fluyendo… Más bien hagan la práctica más conciente y tengánse cariño y mucha paciencia.

Pero… También me quiero dirigir al público.

Tristemente he escuchado a personas que no quieren ir a un concierto de alguno de los grupos en los que estoy porque nos escucharon cuando estábamos empezando o en un mal día y no nos quieren dar una segunda oportunidad. También escuché alguna vez que esta persona desconfiaba de mis habilidades en el teclado porque no me gradué de pianista. Aún llevando muchos años practicando para poderme acompañar, no me dio la oportunidad.

Este último comentario me hirió en el alma cuando lo recibí, y por mucho tiempo dudé en extremo de mis habilidades, tanto que pienso que esa es la razón de mis nervios. Sin embargo, un buen día me dí cuenta de que mi cerebro también había hecho «click» con el teclado, y me podía expresar muy bien a través de él, no al nivel de tocar Chopin, pero sí para satisfacer las necesidades de mi oficio.

Por favor, público, dénnos la oportunidad. La música en vivo es difícil, malagradecida. Es como entrenar a un gato, a veces quiere obedecer y a veces no. Habrá personas con un dominio admirable del escenario y el tiempo real, y a eso aspiramos todos, pero estoy segura de que hasta ellas tienen sus malos días. Si este concierto no fue tan bueno, pero el músico es honesto en su búsqueda estética y en su afán de comunicar, seguro que la próxima va a ser mejor.

De vuelta a Silvio

Este último mes he tenido la oportunidad de enseñar Español como segunda lengua, y ha sido una experiencia interesante de mucha paciencia, pero también de enamorarme de mi querida lengua materna, y de regresar a mis años de la adolescencia debido a los temas del contenido. 

Yo siempre he amado y defendido la literatura hispánica, sobretodo la de Colombia mi país, y no dudé en empacarme un tomo de Rimas y verdades de Rafael Pombo para mostrar con orgullo lo exquisita, ingeniosa y profunda que puede llegar a ser nuestra lengua. Pero sí tuve problemas buscando música en español, porque no conozco mucho y lo que conozco no me gusta, o lo tengo enterrado en mi memoria y no en la superficie. En la superficie flota una espesa capa de música en inglés, con algunos cúmulos de música en latín. 

Paralelamente, hemos hablado mucho del futuro: ¿Qué planes tienes? ¿Cómo vas a alcanzar tus metas? ¿Dónde te ves en 20 años? Temas muy razonables para muchachos que están en los últimos años de colegio, como mi estudiante. Entonces he revisitado mis sueños e ilusiones de esa edad… Y sorprendentemente no me he deprimido, sino que me he consolado pensando que sigo siendo joven para mis sueños más sustanciosos. 

La música en español y mis sueños de adolescencia convergen en Silvio Rodríguez. Silvio canta en español (evidentemente), y junto con Paul Simon es la razón por la que yo quería ser Cantautora. Así es, si es que he olvidado mencionarlo hasta ahora, la razón por la que decidí estudiar música era para ser trovadora como Silvio. 

Y por si alguien se lo está preguntando, si me llamaba la atención la izquierda cuando era muy joven, pero no quería ser trovadora por una razón política, me llamaba la atención la figura del trovador medieval, muy parecido a Silvio, que solo tiene su voz y su laúd (o guitarra) y canta acerca de lo que se le ocurra como para sí mismo… Así quería andar yo por el mundo y la vida, cantando acerca de cosas que pasan, sentimientos, personas y cosas etéreas como en esta canción de Caballo Místico. 

En fin, dejé de escuchar a Silvio por unos años porque políticamente no era muy afin conmigo, pero quise hacer ese detalle a un lado durante este mes, y me dediqué por varios días a escuchar una y otra vez la lista de Imprescindibles de Silvio Rodríguez en Apple Music. Había canciones preciosas, otras no mucho, pero nada como lo que yo escuchaba en mi casa en aquella época. Lo que escuchaba era el álbum llamado «Domínguez».

Claro, cambié la lista por este álbum, y volví a mis sueños de la adolescencia. Ese es mi álbum… Porque desde mi blog de Impresiones he establecido que no soy una persona de artistas, soy una persona de álbumes. Rara vez me gusta más de un álbum de un artista, y por eso no soy fan de nadie… Es más probable que me guste un conjunto de artista, productor, circunstancias, tema e inspiración llamado ÁLBUM. Y Domínguez es ac´ustico, místico y etéreo, como los temas sobre los que me encanta la m´úsica. 

Ya he ido recordando y recopilando música en español que me ha cautivado a lo largo de mi vida, y quien sabe, a lo mejor esas letras y rimas me inspiren para componer más canciones. 

«The joy of singing» y la cita con el artista

Desde hace un tiempo se habla en el campo de los cantantes de esta escuela New Voice Studio, fundada en Italia por dos señoras que se dieron cuenta de que la forma que tenemos de cantar hoy en día, tanto en el pop como en la Academia, se basa en la tensión de los músculos y tiene terribles consecuencias a largo plazo. Eso con respecto a lo físico, pero también hablan mucho de que se debe recuperar la facilidad, la elegancia y «the joy of singing», que yo traduzco como LA ALEGRÍA DE CANTAR.

Se pregunta uno, ¿cómo es posible que se haya perdido el placer y la alegría de cantar? Es sencillo, cantar se ha vuelto una especie de deporte competitivo en el que se espera que un cantante demuestre gran poder: con un volumen muy fuerte, llegando a notas muy agudas con la voz de pecho, haciendo agilidades o melismas, etc., pero también, en un nivel menor, sonando como se espera que suene para determinados géneros, porque hay modas y sonoridades para el pop, el rock, la ópera, pero también para las músicas típicas colombiana, mexicana y así. Y es probable que cada voz única tienda hacia alguna de estas sonoridades naturalmente, pero eso no debería ser obligación ni atadura para nadie.

Por mi parte concluyo que la mayoría del tiempo no estoy disfrutando al cantar. Cuando canto música sacra en ensayo o en la misa, lo estoy haciendo como una máquina la mayoría de las veces, tratando de que cada nota salga bien, sin pensar en la intención de la música que está sonando, o peor, en el texto que estamos diciendo. Y ya no me sé casi canciones fuera de este ámbito, me sé las últimas canciones que me aprendí hace 10 años con las que ya no me identifico mucho, pero que además, las quiero cantar forzando mi voz de pecho lo más posible, tratando de hacer el belting que ya no puedo hacer, y que según las señoras maestras italianas, no es saludable.

Por otro lado está la «cita con el artista», un hábito que encontré por ahí en una especie de libro de autoayuda para creativos (que no me terminé porque me pareció un poco esotérico), que consiste en agendar un tiempo para uno estar con su arte, ya sea para inspirarse o para ejercitarse en él sin presiones, todo con el propósito de mantenerse motivado y productivo. Empecé a implementar mis citas haciendo ejercicios de composición, que no estaba mal, sin embargo, un día que me puse a tocar y a cantar mis propias canciones, entendí que me siento más motivada y más conectada con mi artista cuando CANTO lo que he escrito.

Tocando y cantando mis propias canciones SIEMPRE experimento el placer y la alegría de cantar, pues por lo general es el nivel de dificultad y el registro que me dicta mi organismo, y soy yo desahogándome, expresándome, hablando de lo que siento o pienso o me ha impresionado. La comunicación, que es la principal finalidad del canto, es lo más fácil posible cuando canto mis canciones.

Tengo pendiente aprenderme unas cuantas nuevas canciones para cantar en mi tiempo libre con las que me identifique mejor y pueda usar la voz que tengo ahora; pero también quisiera hacer el ejercicio de cantar de forma más sencilla la música sacra, sin pensar en cómo me está sonando esta vocal, cómo estoy coloreando, y otras cosas así, sino pensando más en el significado del texto y el movimiento de la música.

Se me ocurre que… Es como si hoy en día el cantante cantara para sí mismo, no para los demás.

La evolución musical de mis Semanas Santas

Mientras la mayoría de las personas están pensando en descansar esta semana que comenzó, mis colegas cantantes litúrgicos y yo estamos pensando que descansamos de un trabajo para poder desgastarnos en otro muy pesado, pero reconfortante y único en el año. No sé si para ellos sea igual, pero yo siento que vivo para la Semana Santa, es mi momento favorito del Año litúrgico. La riqueza en cantidad y contenido de los cantos, la forma en que estos son parte integral de la liturgia que es tan bella… Pero esperen… Estoy hablando de la Misa Tridentina. La Semana Santa ha sido exaltada y vivida con fervor desde mi infancia, pero no siempre fue como la voy a cantar este año.

Desde niña pertenecí a un grupo apostólico juvenil del que mi mamá había sido miembro fundador, y apenas se enteraron allí de que mis hermanas y yo cantamos, nos pusieron a cantar las misas. Cada Semana Santa durante 10 años la pasé de retiro con este grupo, y cada día lo cantamos con guitarra, riffs de pop o rock y voz de pecho. Y cada año era difícil decidir qué cantar, porque a pesar de que conocíamos muchas canciones de parroquia, y teníamos un cancionero «litúrgico», eran contadas las letras de canciones que se ajustasen a los momentos tan sublimes que conmemoramos. Pero tampoco era que nos importara tanto… Entonces terminábamos cantando las mismas dos canciones y el mismo «ordinario» los 3 días. Quisiera agregar que todos los del grupo íbamos a las celebraciones con «pinta de retiro», es decir ropa cómoda como jeans, pantalones de tela gruesa, chaquetas de sudadera, y así… Sin arreglarnos ni un poquito.

Luego falleció el sacerdote que nos dirigía, y no hubo cómo continuar el movimiento, que de por sí llevaba agonizando los últimos 3 años. Muy oportunamente conocí a mi actual esposo en ese momento, y él me llevó al Coro Polifónico de la Catedral Primada de Colombia. En este coro canté por primera vez Canto gregoriano (la misa de Ángelis), y conocí cantos en español que de hecho eran traducciones de algunos de los propios en latín. El coro era de aficionados, y yo, como recién graduada de Canto jazz y composición contemporánea, no era diferente de los demás: Era muy vaga la idea que tenía de cómo colocar la voz para esa música más «clásica», y todo el repertorio me era nuevo, TODO, yo que llevaba 10 años cantando misas… Usábamos unas albas color beige, y esto obligaba a cuidar la forma de vestir: debíamos llevar la parte de arriba blanca o beige, y la parte de abajo negra, sobretodo los zapatos. De repente, el día en el que más elegante me vestía era el domingo, y así ha sido desde entonces.

Después llegó el tiempo de Philokalia, un coro que formamos con amigos del barrio que tenían inquietudes espirituales similares a nosotros, porque para este punto, ya conocíamos la misa tradicional, pero mientras a mí me daba igual, mi novio (esposo) ya había quedado flechado por siempre y no se aguantaba una misa «normal». Estos amigos habían tenido la oportunidad de aprender más sobre Canto gregoriano, y conocían algún repertorio de lo que llaman Música Antigua. Con apenas nociones de las cosas, nos lanzamos a sacar partes del propio en gregoriano y polifonías del Renacimiento para la misa del Jueves Santo de 2017, el año que estuvimos juntos. Era la misa normal (novus) de una parroquia, y trabajamos muy duro para cubrir todos los momentos con la mayor solemnidad posible. Por primera vez la Semana Santa se sentía grave, misteriosa, SANTA, y me sentí verdaderamente útil, parte de algo más grande. Desafortunadamente nos separamos por cuestiones de miseria humana.

En 2018 cantamos Jueves y Viernes Santo con organista y coro de solistas, también misa Novus Ordo, con un sentimiento similar.

Pero no fue hasta 2019 que entendí el asunto del Propio (seguro mis amigos ya entendían, y mi esposo definitivamente lo comprendía). Es decir que para cada día del Triduo y del año, los cantos ya están dados, con textos que hacen parte integral de la Liturgia. Entendí esto en la Schola gregoriana de mujeres a la que ingresé, pero con la cual preparábamos un concierto con la Semana Santa como tema. Los propios que preparaba con ellas no los canté en la Semana Santa real de ese año, solo algunos y en polifonía, en obras corales grandiosas post-románticas y contemporáneas que combinaban perfectamente con la atmósfera decimonónica de la Catedral, pues de nuevo habíamos regresado a ella, esta vez como parte de la Capella, el coro semi-profesional.

Pero la pandemia acabó con la Capella, y nos vimos huérfanos, viendo la Semana Santa por transmisión de YouTube, pero no Novus Ordo, en Misa Tridentina. Como ya estábamos casados con mi esposo, leíamos el misal juntos y cantábamos los propios y ordinarios. Perseveramos en escuchar solamente la Misa Tridentina, y en luego asistir, hasta que nos invitaron a hacer parte del coro de la Capilla de la misa tradicional, y ahí estamos. Es impresionante la cantidad de momentos que se deben cantar cada día del Triduo, lo bien escogidos que están los textos, y la sensibilidad de las musicalizaciones, tanto en polifonía como en canto llano. En esta misa todo invita al recogimiento normalmente, pero en Semana Santa se me traspasa el corazón con Jesús y María Santísima, y me dan deseos fervientes de cambiar, de mejorar, de corresponder a ese Sacrificio tan enorme y sublime. Me dan ganas de Cielo.

Ahorita estuve separando las pintas para cada día de esta semana, porque tienen que ser mis mejores galas (pero con las que pueda andar cómoda en Transmilenio, claro).

Las sopranos en el jazz, los grupos a cappella y «ese brillito»

Siempre he sabido que mi voz es bastante brillante: no sólo nací soprano, sino que sufro de rinitis y mi voz siempre tira a la nasalidad. Sin embargo no me importa mucho, al contrario, la mayoría del tiempo me garantiza que me voy a distinguir de entra las demás voces, pero ¿es eso lo que quiero? Después de todo canto en un coro, no es «Laura y sus coristas de respaldo», debería colaborar para mezclar lo mejor posible. 


Ayer en la fiesta del Inmaculado Corazón, cantamos una pieza para coro de mujeres, y quise escuchar cómo había salido en la transmisión en vivo por YouTube. Mi parte no me salió muy prolija, pero seguí escuchando algunas otras piezas de la misa. No sé si es que en esta misa me excedí más que nunca, o que amanecí muy dura conmigo, pero detesté mi voz como nunca por culpa de ese «brillito». 


Recordé que a lo mejor el parlante del celular no estaba ayudando, y me puse los audífonos. Ese «brillito» lo describiría como una suciedad de frecuencias altas que tiene mi voz, como un rechinido metálico. Supongo que los audífonos mitigaron la sensación porque manejan un rango de frecuencias más amplio y se oyen los armónicos de abajo, que son débiles en mí pero cada vez están más presentes.  La cosa mejoró considerablemente, entonces me puse a escuchar grabaciones mías de varios años que no me convencían mucho, y caí en cuenta de algunas cosas. 


A pesar de que tengo bases muy decentes de canto lírico, lo que estudié en la universidad fue canto jazz, y aunque llevo años ya cantando música sacra, nunca he dejado de cantar en ese estilo por mi lado, ni tampoco he dejado de enseñarlo. Pero en el jazz el mecanismo que prima es la voz de pecho, y el registro de soprano no tienen mucha cabida en el género y sus derivados. Si aparece, es en la improvisación, o para ornamentar, y si se usa la voz de cabeza, rara vez es plena, y casi siempre nasal o CON AIRE. Hace unos años fui parte de un grupo que hacía covers de rock, soul y pop A cappella, es decir, sin instrumentos, emulando los instrumentos con la voz; y lo más natural para mi fue asumir la voz más aguda de mujer. La cosa era que para el estilo, esas notas agudas debían ser con aire, sutiles y no plenas, porque la voz más aguda era un efecto del acompañamiento, no la voz principal. Aquí está uno de nuestros temas: 
https://soundcloud.com/lasociedaddeltelescopio/jigsaw-folling-into-place

Ahorita que escuché algunas de mis canciones me gustó mucho mi voz, llena y calmada, pero en un registro medio DE PECHO, y las notas agudas CON AIRE. Y mis grabaciones de música sacra, con una voz de cabeza cada vez más plena pero un poco débil y sin control, con el «brillito» por encima en algunas vocales. Mi teoría es que el brillito resultó de la suciedad que tiene la voz con aire o falsete, que se mezcló con mi nasalidad característica. 

Según mi conocimiento imperfecto pensaría que puedo corregir el defecto levantando más el paladar blando y con un mejor apoyo del diafragma, y también sospecho que implicaría un programa de abstinencia de hacer vibratto y otros «adornos» (mañas), mientras aprendo a sacar un sonido redondo y parejo… Si alguien tiene otras sugerencias o explicaciones, bienvenidos a comentar. 

Acerca de la música

Escribí este artículo en el 2015, recién había empezado mi travesía con la música sacra.

Mi profesión es Músico. Estudié música en la universidad, con énfasis en Canto popular y en Composición. El programa de canto popular se basa en el blues y en el jazz, por lo tanto los géneros americanos son los que dominé mejor. En composición la inclinación es marcadamente contemporánea: me formaron en medios electrónicos y en otros recursos muy nuevos como la atonalidad y el indeterminismo.


Debo decir que a pesar de que mi personalidad es muy peculiar, muy característicamente mía, siempre tuve problemas con algo a lo que llamaré Identidad Musical. La música fue tremendamente importante para mí desde muy niña, mostré talento desde muy pequeña, como suele pasar en este oficio. Sin embargo, toda la música era tan hermosa que no vi la necesidad de discriminar. Toda en absoluto merecía de mi atención. La música que escuchaba mi papá me encantaba, luego un par de artistas y bandas de la radio, luego la música de mis películas favoritas de Disney. Me interesaba por tres o cuatro canciones de las que no salía durante un mes. 


Durante mi solitaria adolescencia compré algunos álbumes de Pop latino y rock británico. Canté bastante en el colegio: hice parte del Coro en primaria, y en bachillerato pertenecí a la Orquesta tropical y a la Estudiantina. La música popular era tan amplia y tan rica, que con ella tenía suficiente. A los 14 años comencé a tomar clases de técnica vocal, y a los 16 comencé con el piano. Canté muchísimos géneros distintos, siempre me las arreglaba para adaptarme a los estilos, como un pequeño camaleón vocal. 
Desafortunadamente para mi en ese tiempo, mi voz tiene algo muy propio que no se puede adaptar a muchos géneros por más que intente: es muy dulce y alegre. Tuve que renunciar a mi amado rock, pues jamás funcionaría. Conocí el reggae, y con el reggae comenzó una tendencia a la que quiero renunciar por completo. Mi primer novio escuchaba todo el tiempo reggae, era su vida. Desde antes de ser novios, cantaba yo en una banda con él. Mi estilo de vestir y de pensar se transformó para combinar y encajar ahí. Después entré a la universidad y fui buena estudiante, pero repetí ese comportamiento con los novios que le siguieron a este. Estuve de novia de un par de rockeros de estilos muy distintos, escuché bastante música académica contemporánea, y finalmente me dejé conquistar por ella y quise aportar entrando al énfasis de composición.


A pesar de que disfrutaba la música, no conseguía componer, no encontraba un alimento del que pudiese salir un producto original. Encontré un poco de consuelo con el folk americano, y la música andina colombiana, incluso con el rock británico de siempre. La música contemporánea jamás me fluyó con naturalidad, y me gradué forzando la creatividad, con una sensación de profundo hastío, casi odio, hacia toda la música. Ah, y sin novio.


Así me encontró mi novio actual. Ya no quería dedicarme a la música cuando nos conocimos, quería estudiar periodismo cultural, para poder disfrutar de espectáculos de los que ya no iba a participar de ninguna manera. Pero bueno, paralelo a la historia de amor, comenzó un viaje musical. Él me llevó al Coro de la Catedral, donde soy soprano.


Ay… La música sacra. Ojalá la hubiese conocido mucho antes. La música sacra no implica un estilo de vestir, ni mucho menos. Quien se cree el asunto, el estilo de vida, es equivalente a un Católico militante. Llegar a cantar Gregoriano, corales barrocos y corales románticos no es sencillo para quien improvisa blues, pero la pequeña camaleona vocal aceptó el desafío. Varias veces me tropecé cuando empecé a cantar en la Catedral. Muchas veces me dije que no servía para ese tipo de canto. Es muy difícil desaprender y remplazar una manera de hacer con otra, pero lo he ido logrando y ahora soy soprano solista. 


La música sacra, fuera de la Misa, me causaba una sensación extraña, a pesar de que en la Misa me fascinaba; pero mi rock y mi folk tampoco me satisfacían, ni me daban ganas de escucharlos, contadas eran las canciones que podía aguantar. Comprendí que la música sacra me enfrentaba con la pobreza de mi espiritualidad, me enfrentaba con mi espiritualidad. Resalto que fue la música sacra de verdad, para órgano y coro, no lo que se canta en las parroquias con guitarra y hasta batería. Eso nunca me gustó, ni un poquito.


Me dediqué a crecer espiritualmente dentro del proceso de conversión que comencé, y dejé a un lado lo de la identidad musical. Hace poco sentí deseos de componer un Ordinario para el Coro de la Catedral. No me presentó mayor dificultad, pero aún me falta el Gloria. Providencialmente fui a un concierto en el que unos coros cantaron el Gloria de Vivaldi y el de John Rutter. Aquella noche me acosté extasiada, profundamente feliz. Desperté a la mañana siguiente con la convicción de que la música es el lenguaje de los ángeles. 


El lenguaje de los ángeles… Hoy creo firmemente que debe haber una música exclusiva de los templos, y los estilos del mundo han de quedarse afuera. La música que nos confronta con la gloria de Dios, con su Palabra, con la Eucaristía, con nuestro propio interior, debe estar bien diferenciada del resto. Como compositora veo que lo más lógico y dignificante para hacer es componer Música Sacra. Es una tarea demandante y maravillosa, de estudiar y crecer, nada fácil ni de tomar a la ligera. Lo mejor que puedo hacer con mi profesión es componer y cantar esta música, difundirla, estudiarla y hacer que se estudie como un tesoro, no como algo obsoleto o que reprime.
No me imaginaba que en vez de encontrar mi identidad musical, lo que encontraría sería el servicio para el que fui requerida, servir desde mi talento a la RAZÓN DE MI VIDA.