Experiencias alrededor de la docencia

Además de que mi ingreso principal hoy en día viene de mis clases de música e inglés, llevo unas cuantas semanas como estudiante de francés. Y aunque llevo más de 10 años siendo algún tipo de profesor, instructor o coach con algún éxito, he tenido una mala racha este año. Así que, les presento algunas de mis reflexiones al respecto por ser Mayo, el mes del día del profesor gracias a San Juan Bautista de La Salle, bajo cuya orden (los Hermanos de las Escuelas Cristianas) yo me eduqué.

Motivaciones

Empecemos por el principio, ¿por qué la gente querría educarse? Lo planteo porque de aquí se derivan las expectativas que tiene la gente al llegar a clase. En el instituto de idiomas para el que trabajo, y en el que ahora estudio, siempre debemos tener muy en cuenta las motivaciones de los estudiantes. Unos necesitan el segundo idioma para ascender en sus compañías, otros quieren hacer un estudio en ese idioma, otros van a comenzar una nueva vida en otro país. Ya sabiendo, los profesores estamos obligados a dirigir especial atención al vocabulario que el estudiante más necesita y usaría. Sin embargo, para mis clases de música no es tan sencillo. Las motivaciones que he visto han sido:

  • Me encanta la música y quiero aprender.
  • Tengo disposición y es mi sueño.
  • No quiero avergonzarme en el karaoke/parroquia/reuniones.
  • Mi hijo/hija muestra talento y disposición para la música.
  • Quiero que mi hijo/hija aprenda esto.
  • Ya pertenezco a un coro/grupo/montaje y quisiera estar más a la altura.
  • Me estoy preparando para ser profesional.

No sé si algo me quedará faltando, me lo pueden comentar. En el caso de la música, según estas motivaciones ve uno hacia dónde orientar la clase, pero también el nivel de exigencia que se va a manejar. No obstante, con las clases fuera de una institución, es difícil exigir incluso lo mínimo, pero es muy común verse uno como profesor muy exigido de lo que los clientes tienen en mente.

El método

Viendo cómo mi método no es del gusto de muchas personas que quisieran algo más relajado o más orientado hacia ciertos géneros de música, en el caso de las clases de música; y por otro lado viendo cómo aún con un método pre-establecido, las personas se ven inconformes con mi personalidad de «baja energía», en el caso de las clases de inglés; me pongo a recordar cómo era de estudiante.

Y entonces mis recuerdos pueden ser desconcertantes, porque precisamente mis profesores favoritos eran los «ladrilludos» que hablaban por 2 horas seguidas y nos hacían leer y escribir ensayos: los catedrádicos. Cuando era niña no brillé mucho en primaria porque no me ajustaba mucho a las formas de enseñar, empezando porque era malísima para las manualidades y las carteleras… lo que se usaba en aquella época. Fue en la secundaria que me fue muy bien porque me era fácil hacer tareas largas, responder exámenes y comprender y retener la información por el tiempo necesario (pues ya he olvidado gran parte de ese conocimiento).

Digamos que me jugó a favor mi «baja energía»: Perfectamente me podía sentar a escuchar por largo tiempo y sólo escuchar, sin perder la concentración. Pero algo aún más determinante era la «pasión», es decir el gusto y el entusiasmo que sentía por todo. Por lo general, me gustaba mucho saber cosas y resolver problemas, todavía es así. Es por eso que aprecio enormemente a las personas que saben tanto que pueden llenar dos horas sólo con su conocimiento y reflexiones acerca del tema, y me gusta mucho la teoría, el funcionamiento interno de la música, por ejemplo, sus dinámicas y relaciones, sus razones de ser… Y así es como me da más placer enseñarla… Pero esto no es para todo el mundo, no cuadra con muchas de las motivaciones. Las personas suelen inclinarse por lo práctico, y no las culpo porque en la etapa principiante es crucial ver resultados, como me pasa en francés: necesito poder emitir con soltura las frases y los verbos básicos, y poder nombrar los objetos y lugares de la vida cotidiana, antes de ver el idioma en más profundidad. Así que hay que adaptarse. No obstante, mi alma siempre tiene el anhelo de poder investigar y enseñar algo a fondo.

La autoridad

Este es el tema más conflictivo y delicado con el que me he tropezado, porque en principio todo se ve truncado por la naturaleza, mi cuerpo: soy naturalmente soft-spoken, es decir, que hablo con mucha suavidad. Cuando el control de la clase me ha fallado, que gracias a Dios no ha sido tan recurrente, me han aconsejado, e incluso exigido que suba el volumen de mi voz, y lo he hecho, para encontrarme con que no funciona, porque por lo agudo y dulce de mi voz sueno como un niño más. Y no sé si sea completamente por la voz, o también por mi apariencia y personalidad juvenil y femenina, que siento que muchas veces no se me toma en serio, o se me perdona menos.

Tengo tres referentes de profesores con las mismas condiciones físicas que yo: voz aguda y suave, y aspecto suave. Con los tres, que se han configurado con los años como eminencias en su campo, vi el mismo recurso para hacerse tomar en serio sin cambiar sus condiciones físicas: la exigencia. Son «Cuchillas» que se han ganado el respeto (no recibido desde el principio) con tareas difíciles y frecuentes, y exámenes para los cuáles es de verdad necesario estudiar. Pero hay además otra cosa que dos de ellos tienen en común, y es poquísima o nula familiaridad con los estudiantes.

No faltará quien piense que eso último es terrible, que le es imposible aprender si el profesor no le agrada como persona, o no lo conoce, pero yo lo estoy comenzando a entender. Aún soy joven, pero no soy principiante en nada de lo que enseño, y cada vez pienso más que, por justicia, ya no se me debe considerar como tal. Pero hay algo ahí que no será cierto sino para algunos temperamentos y personalidades, y es que tratar con personas es sumamente desgastante, y menos cuando no se establece una distancia desde el principio, para lo cual ayuda un reglamento, una institución. Mis queridos amigos profesores cuchilla se han visto protegidos por las instituciones para las que trabajan, así como me ha pasado a mí en el instituto de idiomas, por lo cual me siento sumamente agradecida. Hay un conjunto de reglas que te apoya, unos jefes y personas de recursos humanos que procuran ser objetivos y justos, unos lineamientos ya establecidos, y personal para tratar distintos tipos de problemas. Y las personas estudian con la institución, no conmigo como persona.

En cambio, cada vez me veo más vulnerable en la clases particulares… Dictarlas ha sido una experiencia excelente, y me han permitido no vararme nunca, pero me han pasado todo tipo de fiascos a lo largo de los años. Tengo incluso un reglamento al que siempre quiero añadirle y añadirle más, de manera que a veces se me antoja que las cosas se hagan por contrato. Finalmente, estoy viendo el fin de mi tendencia natural a agachar la cabeza… Las circunstancias me apremian a exigir más, a poner barreras personales y a no poner más esfuerzo en hacerme amiga de los estudiantes… Al final, lo que necesito es estudiantes, no amigos.

Reflexiones a una década de haber conocido a mi esposo.

Sigamos celebrando los décimos aniversarios, porque el 2014 fue un año decisivo para mí. La foto somos nosotros hace 10 años.

Les contaba en la entrada pasada que ese año me gradué de la universidad. A pesar de que siempre fui buena estudiante, y de que ahora puedo confirmar que estuvo bien haber estudiado canto y composición, esa no era la percepción que tenía al final de mi carrera. Me gradué muy enferma, por el esfuerzo tan tremendo que fue para mí la tesis, y en cierto modo enojada con mi carrera. Los detalles los explico mejor en este video que grabé hace 6 años:

En fin… En esa actitud de tedio y mala salud, decidí inscribirme en los Talleres de Oración y Vida de mi parroquia, porque siempre he amado mi religión Católica, a pesar de que durante mis años universitarios la practiqué muy pobremente, y fui en contra de sus principios. Los talleres renovaron mi vida de oración y encendieron en mi el don de la Piedad de nuevo; y al mes de haber empezado los talleres me invitaron al grupo juvenil de la parroquia. Las primeras veces que fui me enteré de la existencia de Arturo porque me dijeron que él era «prácticamente un padre», un sacerdote, pero me lo dijeron para darme a entender que molestaba mucho con la exactitud de las cosas, y esas veces él no asisitió. Sin embargo, por su descripción física sabía de quién se podría tratar, de un muchacho que yo tenía visto porque era muy alto y le colaboraba mucho al párroco.

Pero adelantemos un poco la película. Nos conocimos en Marzo de 2014, y yo desde el principio quedé fascinada por su apariencia, inteligencia y sentido del humor, y como íbamos juntos a cantar al coro (al que él me había invitado) dos veces por semana, pudimos conversar mucho y conocernos bien, hasta que, dos meses después de conocernos, nos hicimos novios.

Viéndolo con 10 años de distancia, puedo ver que la ruptura con mi anterior mundo fue clarísima: Ahora pasaba casi todo mi tiempo con Arturo, en la parroquia o en la Catedral, y poco a poco fui dejando a un lado mis ambientes de la universidad. Sin embargo, he reflexionado bastante acerca de lo mucho que me aislé de esos ambientes y amigos, sin terminar de concluir si fue un error o no, porque ahora no tengo mucho contactos en mi campo… No obstante, estar con Arturo NO era simplemente hablar casualmente de nosotros, y nuestra relación NO implicaba tener citas románticas y hablar de nuestro día y de cuánto nos queríamos.

Si el Taller me había infundido el don de Piedad, lo primero que me golpeó como un vendaval que arrastra fue lo fuertes que son el don de Sabiduría y Entendimiento en Arturo. Era impresionante como comprendía la doctrina de la Iglesia, los pasajes de la Biblia, pero sobretodo, cómo leía y me explicaba esta época que estamos viviendo a la luz de la fe. Sin meterme en teorías conspiranoicas me iba contando cómo funcionaban las revoluciones, cómo al que busca el bien siempre se le persigue y cómo esa es la dinámica del mundo, cómo seguir a Cristo nos libera, pero no hace desterrados… Y yo fui entendiendo porqué ser tibia me hacía tanto mal, y también entendí que si quería ir tras la santidad, siempre iba a chocar con mi carne y con el mundo, pero que eso era lo más normal, pues este no es el Cielo.

Es decir, estábamos juntos, pero estar juntos significaba practicar de verdad nuestra fe. Y a mí, que soy tan sensible, me afectó mucho saber lo mal que estaba yo, y lo mal que estaba todo. Por un lado sentí un alivio tremendo, pero por el otro no quería saber nada que no fuera de la fe. Esa fue la razón de irme alejando de todo lo que no tuviera que ver, es decir, mi vida anterior.

Desde entonces, dirán algunos que soy otra persona, pero yo les respondería que ahora sí soy yo misma. Cuando recuerdo mis tiempos de la universidad, los tiempos pre-Arturo, todo me parece incierto, quería encajar, pero nunca lo hacía por completo… Tenía la responsabilidad de justificar todo lo que hacía, de yo misma darle sentido, pero la mayoría del tiempo nada tenía un sentido de suficiente peso. Tal vez es una tentación el pensar que perdí oportunidades por alejarme así del gremio de los músicos, porque tengo plena confianza es que Nuestro Señor me tiene exactamente donde me quiere.

Y bueno, después de pasar situaciones difíciles, como el desempleo y problemas con nuestras familias, y más recientemente la imposibilidad de tener hijos; puedo decirles desde el corazón que Arturo y yo somos felices porque nunca hemos sido los dos solos, somos los dos juntos para Dios, y de paso Él nos mima y alienta, al ser mi esposo el mejor amigo que podríamos haber deseado, y una persona a la cuál admirar.

Productividad: Siempre batallando

Busqué un trabajo de medio tiempo para poder dedicarme a mi profesión y otros intereses creativos que tengo. Pero esto no es sorpresa para nadie, porque, si mal no recuerdo, documento bastante en redes sociales y en mis blogs, cómo es la relación con el tiempo en este sentido. Incluso hace unos días me salió un recuerdo en Facebook de una crisis creativa y vocacional que tuve en el 2021, que no pude evitar contrastar con los meses de Septiembre y Octubre del presente año, en los que logré terminar un proyecto literario y una composición musical, además de diversos tejidos y costuras. Estuve meditando sobre esta diferencia, y concluí que la crisis ha sido superada y que llevo un año supremamente productivo, así sea sobretodo en los oficios manuales, así que voy a contarles y a contarme a mi misma del futuro lo que HOY día estoy haciendo bien.

La máquina de coser

Mi máquina de coser ya tiene 4 meses, y la he estado usando consistentemente dos veces por semana los últimos dos meses. Pero hay dos trucos psicológicos que le aprendí a su uso:

  1. El primero es que, como hace ruido y yo soy un poco sensible, procuro no escuchar música, ni podcasts, ni nada mientras la uso. Coso en completo silencio, lo cual me va sosegando y calmando los ánimos. Es por esta razón que coser se ha vuelto en una preparación excelente para la lectura, la escritura, la composición y la oración. Por ejemplo, ahora mismo vengo de coser.
  2. Lo segundo es que me he ido forzando a parar después de hora y media, haya o no terminado el proyecto. Si lo termino antes de ese tiempo, me detengo. Al principio, me enredaba con un proyecto por horas y horas hasta terminar hastiada, y sin haber cumplido otras tareas, lo cual me arruinaba el día en cierto modo. He encontrado que si me detengo y luego retomo, incluso me salen mejor las cosas después.

No más televisión

Desde la Cuaresma no he visto televisión como tal. Suspendí la televisión porque lo que veía me resultaba a largo plazo desesperanzador de ver lo mala o cochina que puede ser la gente… Veía películas o series en plataformas de streaming, pero desde Septiembre dejé de ver series, y he tenido mucho más tiempo, porque, así como con la costura, mi tiempo de tejido se limita al video que decida ver, que no me causa la adicción que una serie me causa, y puedo dedicar más horas a otras cosas.

Estos dos puntos fueron con respecto al uso del tiempo, y con respecto a los oficios, que son sencillos de retomar, y que no requieren un movimiento extra de la Voluntad o el Entendimiento. Vamos ahora a la producción intelectual… Les contaré cómo logré sacar un proyecto literario y una composición, más los videos de Youtube y las entradas de blog en Septiembre y Octubre.

Inspiración y premeditación

No todos los creativos somos iguales, cada persona tiene sus trucos y rituales que le funcionan. En mi caso, después de 15 años de crear pude detectar qué es lo que me sirve, y lo estuve poniendo en práctica exhaustivamente: Yo lo que necesito es inspiración y premeditación.

  • La inspiración consiste para mí en consumir intensivamente productos similares a lo que quiero crear. Es por eso que este mes me llevé un libro de poesía a la calle para leer en mis ratos libres, y también leí otro distinto en mis tiempos libres en la casa. Estuve escuchando música latinoamericana para piano, y tocando las pocas piezas del estilo que quería lograr que me sé. Todo esto para que mi mente entrara en un lenguage, en una dinámica sobre la cual iba a trabajar la premeditación.
  • La premeditación para mí es pensar mucho y con conciencia en lo que quiero hacer. Lo contrario sería pensar en lo que se quiere hacer en el momento designado para crear, porque se puede perder ese tiempo valioso, sobretodo si uno no tiene mucho. Estuve aprovechando la ducha y las tareas de limpieza para ir planeando y dando forma en mi mente a lo que quería hacer para que cuando llegara el momento, solo fuera plasmarlo, corregir y pulir.

La batalla es la disciplina

Pero bueno, digamos que todas estas cosas no serían posibles si no estuviera batallando con mi Voluntad cada hora del día. Cada vez que empiezo una tarea, espero una de estas dos peleas: La pelea para forzarme a parar, y la pelea para forzarme a continuar. Sin mencionar que muchas veces la batalla es para empezar. Muchas veces no quiero hacer nada… Y en efecto, me he acostado en mi cama a intentar dormir porque me abruman las tareas. Pero me pongo a pensar en la menos tediosa, y me animo para comenzar por ahí. A veces solo quiero sentarme a ver videos, y comienzo, pero me está ganando la conciencia, y me paro porque sé que debo avanzar.

Si les contara que mi costumbre es no terminar lo que empiezo… Por eso no suelo hacer proyectos grandes. Sin embargo siento que eso va a comenzar a cambiar.

Fin de un Agosto con un plan

Es 30 de Agosto, y heme aquí escribiendo en gran medida porque me propuse subir una entrada mensual, y no va a ser una entrada sobre música. La razón es que hace un par de meses recibí una máquina de coser, y después de un mes de Julio de perderle el miedo, y unos primeros proyectos reconfortantes, se me ha metido en la cabeza la idea de vender mis creaciones de una forma más seria (los tejidos, pues tengo largo tiempo tejiendo, y productos nuevos en costura).

Se me metió en la cabeza estandarizar lo que voy a ofrecer, y estuve todo este mes creando prototipos, tomando fotos, definiendo una imagen para mi nueva marca, y redactando descripciones. Sin embargo, ¿qué significa «crear los prototipos» en cuestiones de materia, espacio y tiempo? Que estuve más o menos 20 horas a la semana tejiendo y cosiendo. Coser no es sólo coser, sino medir, hacer moldes, y lo peor de todo, cortar; sin embargo se abarca mucho en poco tiempo si lo comparamos con tejer. Tejer es demorado… Incluso proyectos pequeños toman su tiempo. Ambas cosas requieren la mirada concentrada, y el ruido de la máquina también ocupa mis oídos, pero como en distintos puntos del proceso tejer es repetir mecánicamente, me la pasé viendo series y videos de YouTube.

Hace mucho no me volvía tan adicta y dependiente de la pantalla… Es más, no leí absolutamente nada… Y lo sé porque lleno un HABIT TRACKER para obligarme a adquirir buenos hábitos, como la lectura de buenos libros. Pues si quieren, pueden comprobar que no toqué un libro en 30 días.

Cada semana en algún punto me planteé «¿qué voy a escribir en el blog?». Tuve una idea al principio, pero resultó que ya estaba muy quemada. De los posibles temas que tengo en una lista no tomé ninguno, porque requería preparación, y no vi muy probable sacarles el tiempo. Pero además, mi cabeza está vacía de cosas profundas y metafísicas… No puedo pensar, mi cerebro está lleno de series y videos…

Ayer me puse a pensar en un bus que necesito un balance. Me gustan mucho las actividades manuales, pero Dios me creó con ciertas capacidades y talentos no tan comunes que se mueven en el reino de los abstracto y espiritual. Hace mucho que tengo una idea para un libro. ¿Y si dedicara algo de las 20 horas semanales que me dediqué a trabajar con las manos a comenzar ese proyecto? No sé si es una elección que debo hacer… Lo cierto es que ver series y videos tampoco ayuda…

Una audición, una misa, y un sano amor propio.

Junio fue un mes con muchas pruebas para mí, tanto que hace mucho no tenía que luchar tanto contra la melancolía para sentarme a escribir, sin embargo vengo a relatar esas pruebas porque puede ser de utilidad, en primer lugar para mí misma.

Empecemos con el contexto: Desde el 2020 mi vida profesional consiste en darle a mi trabajo estable de clases de inglés un tercio de mi día,y de resto en cantar las misas en la Capilla a la que pertenezco, ensayar con mis grupos y dictar clases de música, sobretodo a niños, pero también a adultos. Sin embargo, una oportunidad de entrar a un coro profesional de una orquesta sinfónica se presentó, con un sueldo que dobla el que me gano dando clases de inglés. No solo me sentía completamente capaz de pasar los filtros, sino que estaba muy entusiasmada porque iba a aprender y crecer mucho cantando con profesionales como yo, algo a lo que no estoy muy acostumbrada porque me veo rodeada de personas que aman la música, pero que no son cantantes profesionales. El primer filtro era la hoja de vida, y lo pasé sin mucho esfuerzo porque soy cantante certificada por una universidad y tengo bastante experiencia cantando en coros, así que llegaba el momento de preparar la audición.

La audición constaba de tres partes: Cantar un aria antigua, cantar una de las piezas que ellos nos habían pedido que preparáramos, y hacer una prueba de lectura a primera vista. Estudié mucho las piezas, pero ya montando el repertorio me enfrenté con algunas falencias técnicas que tengo. Llegó el día de la audición, y los turnos estaban tan atrasados que pasé dos horas más tarde de la hora que me asignaron. En esas dos horas de espera pude ver cómo se preparaban las otras aspirantes, cómo calentaban la voz y cantaban, escuché con cuánta anticipación se habían preparado y cómo el repertorio clásico y romántico de las piezas les era muy familiar… Yo nunca había soñado con cantar esas cosas… Pasé del jazz al Canto Gregoriano; de «la guitarra, batería y bajo» al órgano… En fin, la verdad nunca se me hubiera ocurrido que iba a cantar Verdi o Rossini en la vida. Aunque no me sentía exactamente nerviosa o mal, me sentía pasmada, en una especie de limbo emocional en que el que no tenía control de mi mente o de mi cuerpo, mi mente estaba nublada, mi cuerpo helado y pesado. Así entré a la audición y tristemente no tuve voz… No me salía… Y después de que en principio no me salió, volví en mí para sentir una ansiedad terrible y un deseo muy fuerte de salir huyendo. Pero me quedé para en últimas fallar todas las pruebas, excepto la de primera vista que de algún modo saqué adelante.

Salí llorando, obviamente. La humillación no fue poca porque ví con mis propios ojos la decepción y el hastío en los rostros de los jurados.

Lo bueno es que al día siguiente me veía obligada a seguir con mi atareada vida de actividades diversas que me permiten despejar la mente. Pero cuando tuve ensayo y quise cantar, me sentía muy mal, me sentía incapaz, que no doy a la altura. Para colmo venía una misa que teníamos que cantar solo mi esposo y yo.

Ensayamos mucho y había además repertorio que nos sabíamos de memoria, así que llegó la hora de la misa. Al principio la voz me temblaba, no lograba ponerla en su lugar y me sentía muy nerviosa y conciente de mis debilidades, pero a medida que fue pasando cada parte de la misa empecé a relajarme y a disfrutar de la música, porque la misa me daba algo que la audición no podía darme: tiempo para recuperarme y una nueva oportunidad en cada parte de la misa. Además yo no era el centro de atención ni mucho menos, los feligreses nisiquiera podían verme.

Estas dos experiencias me confrontaron mucho con mi propia introversión. Hace años me sirvió muchísimo entender que la introversión es un rasgo de mi personalidad, así como el de mucha gente como mi esposo y algunos familiares, que no es necesariamente un defecto, y que viene desde la química del cerebro. Como he ido tanto a psicoterapia en mi vida, digamos que aprendí a manejar mi introversión bastante bien, sobretodo para sobrevivir en las situaciones sociales. Pero claro, hay un aspecto de la introversión en el que hace mucho no pensaba, que es la fácil y mayor sensibilidad a los estímulos externos. Mi conciencia del ambiente y los pequeños detalles de la espera y la misma audición era tan grande, que no podía concentrarme y regresar a conectarme conmigo. En la misa pasó lo contrario, aunque de golpe comencé así, como fuera de mí, tuve tiempo de recuperarme a medida que pasaban los distintos momentos.

Es que después de años de timidez, ya tengo identificado que para mí los nervios suponen eso, salirme de mí, no estar en control de mi mente o de mi cuerpo… Como si soltara el timón y los pedales del carro. Pero también sé que supero los nervios cuando repito una y otra vez la misma experiencia y poco a poco voy ganando el control, poco a poco. Es muy raro que yo me apropie de algo a la primera. Tal vez la segunda o tercera audición que haga sea exitosa, sin embargo, viéndolo con distancia, tal vez ese repertorio no era lo mío, y el trabajo me habría quitado tiempo para mi sinte, mi gregoriano, y mis estudiantes.

Y a pesar de todo, AMO los rasgos de mi introversión: amo mi capacidad para hacer cosas que a otros les parecen aburridas o de mucha paciencia, amo mi introspección, mi capacidad para abstraer, y aún más, si no sintiera y percibiera tanto no podría escribir poemas ni canciones, ni escribir este blog.

¿Cómo trabaja con ustedes su melancolía?

Las Perlas Musicales

cantante principalmente, pero también me apasiona tocar el piano. Antes de tocar el piano había aprendido a tocar la guitarra, gracias a mis papás y a la clase de música del colegio, y ese era mi instrumento acompañante. Sin embargo, cuando entré a estudiar canto a una academia de música, el dueño se dio cuenta de que tenía muy buen oído y me becó para que estudiara piano también. Así que trajimos el viejo piano de la infancia de mi mamá, y me dispuse a aprender casi desde cero. Tenía en ese entonces 16 años.

Mi primer repertorio fueron muchos ejercicios de Hanon y Czerny, una canción de Evanescence sacada de oído por el profesor, y algunas melodías con acompañamiento. Luego aprendí algunas sonatinas, pero sobretodo música pop que me gustaba. Entré a la universidad a estudiar canto, pero tenía que ver piano complementario también. En esas clases aprendí todo lo necesario de armonía, piezas cortas y fáciles, invenciones de Bach, y a acompañar blues y bossa nova. En esa época compuse muchas canciones acompañadas de piano y saqué más canciones de rock y pop.

Sin embargo, perdí la disciplina por mucho tiempo, y mi habilidad para el piano disminuyó considerablemente: retrocedí. Llevo unos cuantos años tratando de practicar todos los días para recuperar el nivel que tuve alguna vez y para ser aún mejor, porque este retroceso me ha hecho desarrollar pánico escénico para tocar el piano. Adicionalmente, he comenzado a darle clases de piano básico a adultos y niños, sobretodo niños.

Por otro lado, desde niña siento mucha fascinación por Beethoven, Schubert y Chopin. Como cantante me he aprendido algunas lieder (canciones) de Schubert, e hice mi tesis de pregrado acerca de ellas. También sé tocar en el piano algunas piezas fáciles de Beethoven; pero siempre sentí que Chopin estaba muy por encima de mis posibilidades.

Una tarde tuve mi primera clase con un niño de 11 años que ya tenía algunas nociones de piano. Tenía muchísimas partituras impresas, desde transcripciones de música de videojuegos hechas por fans, hasta transcripciones digitales fáciles de piezas de música clásica como el Nocturno Op. 9 no. 2 de Chopin. Esa última me la traje a mi casa para estudiarla porque el niño no la había sacado aún. Pero me pareció una transcripción terrible: era demasiado simple, y la armonía y el ritmo estaban mal…

Recordé que le había recibido a mi mamá una gran cantidad de libros de piano de cuando ella tomó clases en su infancia, en los años 60’s y 70’s. Había ojeado como 5 tomos de unos libritos llamados Perlas Musicales, y recordé que en esos libros estaban los clásicos más populares de la música para piano, pero que yo consideraba muy difíciles y avanzados para mí. Busqué entonces en las Perlas Musicales esta pieza de Chopin y la encontré: resulta que todas esas piezas son arreglos, no las originales. Me puse a leer este arreglo y lo encontré lo suficientemente complejo como para que se entienda que se trata de Chopin, y la esencia de la pieza, pero lo suficientemente sencillo como para que yo lo pudiera leer completo de una sentada.

Me sentí tan feliz… Inmediatamente marqué el Vals Op. 18 de Chopin, y otro día lo leí, para darme cuenta de que es lo mismo… Mis piezas favoritas, tocables por mí, que estoy lejos de ser pianista de concierto.

Varias veces hemos hablado con amigos pianistas de que el piano es desagradecido. No es como la guitarra, que suena bien con que te sepas unos cuantos acordes y rasgueos, sino que el piano suena bien después de mucha práctica y ya en cierto nivel de complejidad. Sin embargo, hoy pienso que es porque no se conocen tantas piezas o arreglos como estos que guarden suficiente musicalidad en un nivel más intermedio, sobretodo en la música clásica (en la música pop es una historia diferente).

Antes de tener acceso a las grabaciones de los concertistas, conocer la música dependía de la niña que tomaba las clases, como mi mamá, y ella tenía que ser capaz de entretener y amenizar las reuniones o simplemente el día a día con música agradable y conocida, sin necesidad de tener el nivel de los grandes teatros. Con estas Perlas Musicales se lograba sobradamente: Chopin simplificado pero digno, y los mismo Brahms y Liszt. No simplificado indigno, como la aplicación de Simply Piano u otros libros modernos, en los que solo es «melodía y acordes», y se omite el movimiento, el fraseo, el afecto de las piezas. No sé si existan ediciones como las Perlas hoy en día, me cuentan en los comentarios.

Me siento muy realizada, para ser sincera. Me siento más motivada para todo, tanto para seguir tocando como para enseñar. El piano es un instrumento maravilloso.

Una cita de Chesterton (fragmento que me es muy familiar)

Me he puesto a releer «El hombre que fue Jueves», de G.K. Chesterton por puro placer y gusto. Y sabía que me iba a topar con este fragmento que me sacudió hace 10 años, la primera vez que lo leí, y que sigue sintiéndose muy cercano.

«Era Syme uno de esos hombres a quienes la aterradora locura de las revoluciones empuja, desde edad temprana, a un ‘conservatismo’ excesivo. Este sentimiento no provenía de ninguna tradición: su amor a la respetabilidad era espontáneo, y se había manifestado de pronto, como una rebelión contra la rebelión. Procedía de una familia de extravagantes, cuyos más antiguos miembros habían participado siempre de las opiniones nuevas. Uno de sus tíos acostumbraba salir a la calle sin sombrero, y el otro había fracasado en el intento de no llevar más que un sombrero por único vestido. Su padre cultivaba las artes, y la realización de su propio Yo. Su madre estaba por la higiene y la vida simple. De modo que el niño, durante sus tiernos años, no conoció otras bebidas más que los extremos del ajenjo y el cacao, por los cuales experimentaba la más saludable repugnancia. Cuanto se obstinaba su madre en predicar la abstinencia puritana, tanto se empeñaba su padre en entregarse a las licencias paganas; y cuando aquella dio en el vegetarianismo, este ya estaba a punto de defender el canibalismo.
Rodeado, desde la infancia, por todas las formas de revolución, Gabriel no podía menos de revolucionar en nombre de algo, y tuvo que hacerlo en nombre de lo único que quedaba: la cordura.»

Mi historia es muy similiar a la de Gabriel Syme en este aspecto. Mi familia siempre estuvo polarizada, y fui criada entre contradicciones constantes. Había sincronía en las cosas más superficiales, pero de fondo, en los valores, muy cerca de ser opuestos.

¿Cuál fue el resultado, ya viéndolo en mis treintas? Pues que estuve muy confundida e infeliz en la contradicción hasta que encontré por mí misma la verdad, que se acerca más al lado de mi mamá que al de mi papá, sin ser del todo lo mismo.

Algunas personas en mi lugar asumirían que, viendo tanto compromiso y convicción en posiciones contrarias, ambas son válidas; otra persona diría que ninguna lo es. Y este par de perspectivas deriva en la muy desesperanzadora idea de que no existe una única Verdad, de que todo es subjetivo, relativo.

Sin embargo, era apurado hacer esos juicios porque ambas posturas estaban incompletas, y creo que eso es lo que caracteriza a las ideologías recientes, incluso dentro de la misma Iglesia.

Mientras que Gabriel Syme optó por el sentido común, yo opté por el fondo. ¿Qué hay en el fondo? Traumas, acontecimientos históricos, la época, la familia, la costumbre, los medios… Tenía que haber algo más allá, tenía que trascender unos gustos, unas inclinaciones, unos genes, unas tendencias, una época…

He aquí uno de los muchos aspectos de mi vida que se vieron completamente satisfechos por la Madre Santa Iglesia Católica, una sed que se vio colmada con creces al leer a San Agustín, sobretodo. Pero también Chesterton colaboró, y los muchos teólogos y filósofos que nos muestran lo verdadera que es nuestra fe, lo razonables, maravillosos y sobrecogedores que son los episodios de la vida de Cristo, y lo ordenados y liberadores que son sus mandatos. Al final, aquí encontré un fundamento con sustancia para darle a mi vida.

Sobre metas y sueños

Mucha gente está contenta, así como mucha gente augura y espera lo peor para este año. Qué puedo decir… Cualquier cosa es posible en lo que no controlamos. ¿Pero en lo que está bajo nuestro control? ¿Nuestro día a día? ¿No sería importante orientarlo hacia algún lado?

Mi 2023 pinta muy bien porque mi 2022 fue muy bueno: La etapa de mi vida de incertidumbre y zozobra, es decir, de mera supervivencia terminó en cuanto encontré un trabajo estable, y por fin pudimos invertir tiempo y dinero en nuestro sueño inminente: tener hijos. El año pasado pudimos comenzar el proceso de encontrar y solucionar el obstáculo que nos ha impedido ser padres estos casi 5 años de matrimonio que llevamos. Pero el proceso nos ha enfrentado como nunca a la posibilidad de que los hijos no lleguen pronto, o no lleguen nunca.

Pasé estos últimos meses pensando en eso… Y sobretodo preguntándome qué podría seguir entonces. Desde que me senté a elegir maestría hace 8 años, no pienso en cuáles son mis metas, mis sueños… Volví de hacer la maestría y en breve comprendí que encontrar empleo no sería fácil, y que lo principal era casarnos, y luego, empezar a pagar mi préstamo estudiantil. Esas metas han sido logradas y se pueden chulear. Luego seguían los hijos… Pero los hijos no llegan… ¿Qué sigue entonces?

Pues nada… Aprovechemos la coyuntura que es siempre el 31 de Diciembre y el 1 de Enero y revisemos todo: Hay varios proyectos profesionales que tengo el tiempo de desarrollar, y hay mucho que quiero escribir. Estamos jovenes aún, y estamos juntos por fin. ¿Por qué no soñar con viajar otra vez? ¿Por qué no comprar carro y tener más independencia? Es el momento de plantearlo y ahorrar.

Tuvimos la oportunidad de sentarnos y hablar con mi bello esposo, y con una motivaci´ón que antes no habíamos encontrado, empezamos a hacer averiguaciones y a ver los pasos concretos. Y al día siguiente empezamos con el paso 1. Es como si la tormenta se hubiese calmado y pudiéramos ver el sol de nuevo. Es como que ahora tengo unas ganas enormes de ser yo, de estar casada, de trabajar y de sacar un montón de cosas que tengo dentro.

Usar los ojos

Llegué hace dos días de mi primer retiro de Ejercicios Ignacianos, pero para tranquilidad de los lectores, esta entrada no va a ser una crónica de la experiencia, o una recomendación (aunque los recomiendo muchísimo), ni tampoco voy a insinuar mi Confesión General por aquí (algo que sí habría hecho en otro momento de mi vida, Oh my goodness…).

Solo vengo a llamarles la atención sobre un uso que encontré para nuestros ojos.

El retiro fue en un convento que tiene habitaciones para este fin a una hora y media de Bogotá, cuando ya la temperatura calienta un poco y se comienzan a ver pueblos y veredas para veranear, pero que no terminan de estar fuera de la selva tropical. Los Ejercicios requieren silencio absoluto, y las meditaciones restricción de los sentidos para concentrarse, así que las realizábamos en nuestras pequeñas celdas, pero teníamos buen tiempo libre después de las comidas. También cabe aclarar que nos guardaron el teléfono móvil por los 6 días, y obviamente debíamos prescindir de toda distracción y artefacto que nos comunicara con el mundo exterior.

Así que en los descansos encontré dos pasatiempos: Observar los pollos del corral de las Hermanas, y observar a los pájaros en los muchos árboles frutales. En estos pasatiempos sentí que volví a utilizar los ojos en mucho tiempo…

Caí en cuenta de que cuando estamos en la ciudad limitamos a propósito la vista: la utilizamos apenas para lo que necesitemos, como qué bus viene y si nos sirve, o cuándo cruzar la calle, o conduciendo el carro, o en Bogotá, si esa persona que viene se ve peligrosa o no. Y es que miramos el computador, el celular, y cuando no los tenemos a la mano ocupamos el pensamiento en ellos y visualizamos los asuntos que tenemos abiertos o pendientes, o las conversaciones que llevamos o llevaremos.

Es curioso porque antes de partir para el retiro, le tenía temor a aburrirme en los ratos libres habiendo seguido el consejo de no llevara ni siquiera mi labor de tejido, y obedecí. No sé, tal vez vivimos en un tiempo en el que da terror aburrirse. Algunas personas me dijeron que ese miedo podía ser miedo a quedarme sola con mis propios pensamientos, y enfrentarlos, pero… Al final, mientras observaba los pequeños y coloridos pajaritos, no estaba pensando en nada más que en ellos, estaba descansando como no pensaba que fuera posible.

Se supone que el cuerpo se descansa con el reposo, y que la mente se descansa con el ocio, entonces uno, ser humano del siglo XXI, pone Stranger Things, o juega a tener un restaurante ficticio en el celular, pero sale más perturbado, desesperanzado o afanado y estresado que antes… Ese no es verdadero ocio que descansa, eso altera… O se pone uno a scrollear el Instagram y empieza a desear lo que no tiene o a sentir envidia, y se estresa aún más.

Creo que descansar la mente consiste en concentrarla en algo en lo que ella no tiene que hacer mucho, y sobretodo, algo que represente un placer simple y sencillo. Es impresionante porque tuve que pensar y sentir mucho para los Ejercicios, pero también dormí bastante, y miré pajaritos, así que ningún día me sentí agotada o con el típico dolor de cabeza de haber llorado, pues lloré mucho.

En este mundo tan bombardeado de imágenes, palabras y peligros, vi que para mí el descanso real está en cómo uso los ojos.

Músico que practica, mejora.

Así de simple… ¿Alguien tiene alguna forma más ingeniosa de decirlo? Por favor, compártala.

Llevo ya un par de años sufriendo de unos nervios paralizantes terribles de los que no sufría antes… Es más, siempre he sido muy tímida para todo menos para la música, pero ahora no soy tímida en general y sí cuando tengo que cantar sola, o PEOR, tocar teclado. La mente se me nubla, las manos me tiemblan y me pregunto qué hago ahí en primer lugar.

Hay lugares en los que he logrado sobreponerme, como la Capilla en la que estoy cantando cada Domingo. A veces me toca hacer una voz a mi sola, y aunque al principio me ponía muy nerviosa, ya me he acostumbrado al lugar y a las personas, he tomado confianza, me he relajado, y he ofrecido mi canto cada vez con una pequeña oración en la que recuerdo que entrego mi interpretación con sencillez, no con grandes pretensiones. Porque ahí están las dos claves de mis nervios:

  1. Que quiero hacer las cosas muy bien, si es posible perfectamente, pero a la vez no creo que pueda hacerlo.
  2. Que como con todo en la vida, necesito acostumbrarme. Yo domino las situaciones, los conocimientos, las técnicas, mis propias emociones y respuestas con HÁBITO, haciéndolo una y otra vez.

El primer punto se soluciona con el pequeño ejercicio de humildad que comenté, y con un consistente trabajo interno de entender que no lo puedo controlar todo y que la perfección no debe ser mi objetivo, sino la transmisión exitosa de lo que la música deba comunicar. Sobretodo que esto no lo hago por mí, para sentirme la mejor… Eso sería soberbia.

Pero en el segundo punto entra el tema de la práctica, es decir repetir y repetir corrigiendo errores, con conciencia de cómo hacerlo mejor cada vez, permitiéndole a la mente comprender y al cuerpo interiorizar la técnica. En ocasiones también se debe practicar en el lugar para entender el espacio, la acústica y las dinámicas (la comunicación con el Altar, si es en una iglesia; el ir y venir de personas si es un bar o restaurante).

Tengo una estudiante con mucho talento natural a la que le costaba una sola cosa: la afinación. Esa debilidad le había quitado la confianza como cantante, y sentía yo que sacaba una canción tras otra por el deber de perseverar. Pero hace un par de semanas, algo hizo «click» en su cerebro, y de repente cantar afinado y con voz grande le está fluyendo con facilidad. Mi explicación es que la práctica, la repetición consistente de las canciones y los ejercicios conmigo y por su lado, hizo que su cuerpo los interiorizara de forma que ya le sale sin pensarlo, pues antes tenía que pensarlo mucho. Ver estos avances es bellísimo y muy emocionante.

Entonces animo a los músicos aficionados y profesionales a que no se rindan si no les está fluyendo… Más bien hagan la práctica más conciente y tengánse cariño y mucha paciencia.

Pero… También me quiero dirigir al público.

Tristemente he escuchado a personas que no quieren ir a un concierto de alguno de los grupos en los que estoy porque nos escucharon cuando estábamos empezando o en un mal día y no nos quieren dar una segunda oportunidad. También escuché alguna vez que esta persona desconfiaba de mis habilidades en el teclado porque no me gradué de pianista. Aún llevando muchos años practicando para poderme acompañar, no me dio la oportunidad.

Este último comentario me hirió en el alma cuando lo recibí, y por mucho tiempo dudé en extremo de mis habilidades, tanto que pienso que esa es la razón de mis nervios. Sin embargo, un buen día me dí cuenta de que mi cerebro también había hecho «click» con el teclado, y me podía expresar muy bien a través de él, no al nivel de tocar Chopin, pero sí para satisfacer las necesidades de mi oficio.

Por favor, público, dénnos la oportunidad. La música en vivo es difícil, malagradecida. Es como entrenar a un gato, a veces quiere obedecer y a veces no. Habrá personas con un dominio admirable del escenario y el tiempo real, y a eso aspiramos todos, pero estoy segura de que hasta ellas tienen sus malos días. Si este concierto no fue tan bueno, pero el músico es honesto en su búsqueda estética y en su afán de comunicar, seguro que la próxima va a ser mejor.