La dimensión filosófica del Canto Gregoriano

Este es un pasaje traducido por mí del libro Reflections on the Spirituality of Gregorian Chant de Dom Jacques Hourlier (1995, Paraclete Press), que reúne una serie de conferencias del autor. Es por eso que se siente tan espontáneo, o hablado.

«En este punto podríamos hablar largamente del adagio arte por el arte. Sin embargo, bastará decir que este cliché es radicalmente anti-artístico. Hay dos tipos de música: Una que hace al oyente esclavo de lo que escucha, y otra que hace al oyente libre. La primera «lanza un hechizo» sobre la naturaleza sensual del hombre; la segunda funciona a nivel espiritual. Recordemos por un momento las palabras de Gauguin: ‘el arte primitivo procede de la mente y hace uso de la naturaleza… La naturaleza degrada al artista dejándose adorar por él…’ .

El Canto Gregoriano hace exactamente lo contrario. Su estado predominante ha sido descrito como un «estado de exaltación calmado». Su carácter apaciguante y purificador es una especie de preparación moral, y su transparencia limpia la opacidad de las cosas materiales para abrir paso a los valores espirituales. El Papa Pío XII, al igual que otros Papas, elogiaba la santidad del Canto Gregoriano, pues con santidad se refería a esa ausencia de elementos externos y a la separación de lo profano a través de la total consagración a Dios. El arte verdadero revela una parte de la belleza de Dios, porque el hombre es creado a imagen y semejanza de Dios… El arte verdadero abre el camino a la región del misterio, no sólo porque abre el alma a misterios invisibles e inexplicables, sino porque hace estos misterios tangibles. El Canto Gregoriano es particularmente efectivo para tocar el «oído de nuestro corazón».

Uno de los secretos de la efectividad del Canto Gregoriano es que, en vez de intentar complacer al oyente, le habla de Dios. Las personas no se buscan a sí mismas en el Canto, buscan alcanzar a Dios, así que el arte musical es sometido a un último fin, que es la unión con Dios.

La relación recíproca entre el hombre y Dios

Después de demostrar que la música nos separa del mundo y de nuestro ser inferior, George Balàn declara que la música no es un fin en sí mismo, sino que nos dispone para la vida mística, es por eso que existe una semejanza con Cristo (esto aplica para la verdadera música, en oposición a la «anti-música», y por encima de todo al Canto Gregoriano).

La expresión «semejante a Cristo» genera la inquietud de si es posible que el Canto Gregoriano tenga o no una relación con el Verbo Eterno, o un valor de Encarnación como tal. Conocemos bien su conexión intrínseca con las Escrituras, y sabemos por lo tanto que habla de Dios, o más bien que Dios nos habla a través del Canto. Bàlan verifica entonces lo que A.D Sertillanges había expresado de una forma más general. ‘Qué honor’ dice, ‘que este arte esté tan incorporado con la vida del alma en Dios, con la vida de Dios en el alma’. Es por eso que el Canto Gregoriano se percibe más «místico» que otros tipos de música religiosa.

El Canto establece una conexión entre el hombre y Dios porque sugiere e interpreta realidades divinas, y porque inflama un amor desinteresado por estas realidades. Podemos citar a San Agustín:

«Cantare amantis est»

Cantar es propio de quien ama.

y podemos revertir la cita:

«Amare cantoris est»

Amar es propio de quien canta.

El lugar que tiene el amor en el Canto Gregoriano corresponde a la presencia del Espíritu Santo en el alma. ‘Si me dais paz, si me dais santa alegría, entonces el alma de tu esclavo estará llena de música,’ dice Gerson, un sentimiento compartido por Tomás de Kempis en su Imitación de Cristo.

El valor espiritual del Canto Gregoriano es determinado en grandísima medida por la experiencia religiosa del compositor, el cantor y el oyente. Adicionalmente, el Canto Gregoriano, más que otros estilos musicales, refleja las buenas cualidades del artista: Su talento artístico, ciertamente, pero también su riqueza espiritual, su estado de gracia y su santidad. Este ha sido comparado con el arte de pintar íconos, pues los temas ya están dados hasta el más mínimo detalle, lo cuál le deja espacio al artista únicamente para expresar, a través de sus habilidades, su alma y su vida interior.

Así que, para concluir, regresemos al aspecto litúrgico del Canto Gregoriano para notar lo perfectamente que encaja la parte vertical de la Liturgia. El hombre sirve de instrumento, pero es a la vez el beneficiario. Así como la Liturgia en sí misma, el Canto Gregoriano es ofrecido por Cristo Dios y hombre, a Dios Uno y Trino.»

INTERPRETAR la música

Mi canal de YouTube fue la plataforma para publicar mis canciones inicialmente, pero a medida que me he ido sumergiendo más y más en la Música Sacra y el Canto Gregoriano, he empezado a publicar piezas de este tipo de música.

En un principio hice cantos gregorianos a capella y unas cuantas piezas con órgano, apenas apto para liturgias reales, y utilicé esos videos como muestras para promocionarme como cantora litúrgica. Sin embargo, habiendo religiosos, monasterios y conventos, cantantes y productoras que hacen grabaciones de mejor calidad, y viendo que son muy pocas las misas que canto por fuera del coro en el que estoy, he optado más por experimentar.

En algunas piezas experimento con la forma de armonizar, tanto con la voz como con el teclado. Otras veces pruebo y mezclo samples, y un par de veces he hecho arreglos corales sobre cantos gregorianos, estos sí pensados para cantar en la liturgia. Fue hablando de estos arreglos que dos personas en momentos y lugares diferentes me preguntaron:

«¿y hacer eso si es permitido?»



Como si hubiera una especie de reglamento que implicara que las melodías gregorianas solo se pueden hacer como están escritas, a una sola voz.

Puede que haya escuelas musicológicas y corrientes dentro de la Iglesia que no solo defiendan esto, sino que insistan además en un estilo muy específico de interpretación de los neumas, es más, se puede ir tan profundo como se quiera. Pero esto es solo un blog personal, no una tesis de doctorado.

Yo sólo quiero decir que en la práctica, la música, TODA la música se toma y se transforma.

En la música no académica esto es clarísimo: Desde los standads de jazz, cuyas partituras sugieren una melodía y unos acordes, y el resto ya depende del intérprete, hasta la canción que suena en la radio y alguna adolescente prodigio se saca con ukulele. La música se transforma según el que la interprete, aún cuando se pretenda copiarla a la perfección, porque si es cantada, es imposible que la voz sea idéntica, a menos que hablemos de una proeza digna del circo.

Pero en la música clásica y académica también es así. El pianista puede sacar a la perfección la partitura: las notas están todas, también las dinámicas, el ritmo se acerca con mucha precisión al sugerido… Y al final, le va a sonar diferente a otro pianista que hace exactamente lo mismo. Yo no sé cuál sea la opinión general, pero a mí un instrumentista me gusta cuando su forma de interpretar la música conmueve, transmite algo muy específico.

Más aún, hoy en día se añade una cosa, y es que antaño la música perduraba si quedaba por escrito, y entre más detallada era la transcripción, más fácil era acercarse al mensaje exacto que el compositor quería comunicar, sin embargo, hoy tenemos LA GRABACIÓN. La grabación implica que existe la música como idea en el papel, una interpretación original a la cuál nos podemos remitir, y adicionalmente otras grabaciones de la misma idea pero con un resultado diferente por el simple hecho de tratarse de otros seres humanos.

Como quien dice: Si todas esas versiones son objetivamente agradables, ninguna tendría que ser la mejor de todas o la ideal. Mucha gente preferirá la canción original, pero otros preferiremos el cover hecho 20 años después (así me ha pasado). Es como ver el mismo objeto desde ángulos diferentes, cada músico saca a la luz una cualidad distinta de la pieza.

Ahora, las interpretaciones deben ser hechas con amor y cuidado. La música se debe estudiar y conocer bien, y uno la ama primero antes de interpretarla porque la ha comprendido. No se trata de volver profano algo sacro, o de buscar desafiar y romper estándares. Si hablo de mis interpretaciones, estoy segura de que Dios las pone en mi corazón, y en cierto modo, escucharlas es entrar en mi corazón.

Es por eso que EN LA PRÁCTICA, si con respeto, amor a lo sacro, a la Liturgia y a Dios, quiero encontrar mi forma de interpretar la música sacra y el canto gregoriano, no creo que haya ningún problema en seguir experimentando.

La evolución musical de mis Semanas Santas

Mientras la mayoría de las personas están pensando en descansar esta semana que comenzó, mis colegas cantantes litúrgicos y yo estamos pensando que descansamos de un trabajo para poder desgastarnos en otro muy pesado, pero reconfortante y único en el año. No sé si para ellos sea igual, pero yo siento que vivo para la Semana Santa, es mi momento favorito del Año litúrgico. La riqueza en cantidad y contenido de los cantos, la forma en que estos son parte integral de la liturgia que es tan bella… Pero esperen… Estoy hablando de la Misa Tridentina. La Semana Santa ha sido exaltada y vivida con fervor desde mi infancia, pero no siempre fue como la voy a cantar este año.

Desde niña pertenecí a un grupo apostólico juvenil del que mi mamá había sido miembro fundador, y apenas se enteraron allí de que mis hermanas y yo cantamos, nos pusieron a cantar las misas. Cada Semana Santa durante 10 años la pasé de retiro con este grupo, y cada día lo cantamos con guitarra, riffs de pop o rock y voz de pecho. Y cada año era difícil decidir qué cantar, porque a pesar de que conocíamos muchas canciones de parroquia, y teníamos un cancionero «litúrgico», eran contadas las letras de canciones que se ajustasen a los momentos tan sublimes que conmemoramos. Pero tampoco era que nos importara tanto… Entonces terminábamos cantando las mismas dos canciones y el mismo «ordinario» los 3 días. Quisiera agregar que todos los del grupo íbamos a las celebraciones con «pinta de retiro», es decir ropa cómoda como jeans, pantalones de tela gruesa, chaquetas de sudadera, y así… Sin arreglarnos ni un poquito.

Luego falleció el sacerdote que nos dirigía, y no hubo cómo continuar el movimiento, que de por sí llevaba agonizando los últimos 3 años. Muy oportunamente conocí a mi actual esposo en ese momento, y él me llevó al Coro Polifónico de la Catedral Primada de Colombia. En este coro canté por primera vez Canto gregoriano (la misa de Ángelis), y conocí cantos en español que de hecho eran traducciones de algunos de los propios en latín. El coro era de aficionados, y yo, como recién graduada de Canto jazz y composición contemporánea, no era diferente de los demás: Era muy vaga la idea que tenía de cómo colocar la voz para esa música más «clásica», y todo el repertorio me era nuevo, TODO, yo que llevaba 10 años cantando misas… Usábamos unas albas color beige, y esto obligaba a cuidar la forma de vestir: debíamos llevar la parte de arriba blanca o beige, y la parte de abajo negra, sobretodo los zapatos. De repente, el día en el que más elegante me vestía era el domingo, y así ha sido desde entonces.

Después llegó el tiempo de Philokalia, un coro que formamos con amigos del barrio que tenían inquietudes espirituales similares a nosotros, porque para este punto, ya conocíamos la misa tradicional, pero mientras a mí me daba igual, mi novio (esposo) ya había quedado flechado por siempre y no se aguantaba una misa «normal». Estos amigos habían tenido la oportunidad de aprender más sobre Canto gregoriano, y conocían algún repertorio de lo que llaman Música Antigua. Con apenas nociones de las cosas, nos lanzamos a sacar partes del propio en gregoriano y polifonías del Renacimiento para la misa del Jueves Santo de 2017, el año que estuvimos juntos. Era la misa normal (novus) de una parroquia, y trabajamos muy duro para cubrir todos los momentos con la mayor solemnidad posible. Por primera vez la Semana Santa se sentía grave, misteriosa, SANTA, y me sentí verdaderamente útil, parte de algo más grande. Desafortunadamente nos separamos por cuestiones de miseria humana.

En 2018 cantamos Jueves y Viernes Santo con organista y coro de solistas, también misa Novus Ordo, con un sentimiento similar.

Pero no fue hasta 2019 que entendí el asunto del Propio (seguro mis amigos ya entendían, y mi esposo definitivamente lo comprendía). Es decir que para cada día del Triduo y del año, los cantos ya están dados, con textos que hacen parte integral de la Liturgia. Entendí esto en la Schola gregoriana de mujeres a la que ingresé, pero con la cual preparábamos un concierto con la Semana Santa como tema. Los propios que preparaba con ellas no los canté en la Semana Santa real de ese año, solo algunos y en polifonía, en obras corales grandiosas post-románticas y contemporáneas que combinaban perfectamente con la atmósfera decimonónica de la Catedral, pues de nuevo habíamos regresado a ella, esta vez como parte de la Capella, el coro semi-profesional.

Pero la pandemia acabó con la Capella, y nos vimos huérfanos, viendo la Semana Santa por transmisión de YouTube, pero no Novus Ordo, en Misa Tridentina. Como ya estábamos casados con mi esposo, leíamos el misal juntos y cantábamos los propios y ordinarios. Perseveramos en escuchar solamente la Misa Tridentina, y en luego asistir, hasta que nos invitaron a hacer parte del coro de la Capilla de la misa tradicional, y ahí estamos. Es impresionante la cantidad de momentos que se deben cantar cada día del Triduo, lo bien escogidos que están los textos, y la sensibilidad de las musicalizaciones, tanto en polifonía como en canto llano. En esta misa todo invita al recogimiento normalmente, pero en Semana Santa se me traspasa el corazón con Jesús y María Santísima, y me dan deseos fervientes de cambiar, de mejorar, de corresponder a ese Sacrificio tan enorme y sublime. Me dan ganas de Cielo.

Ahorita estuve separando las pintas para cada día de esta semana, porque tienen que ser mis mejores galas (pero con las que pueda andar cómoda en Transmilenio, claro).

El Canto Gregoriano

Escribí este artículo hace poco más de 2 años, cuando aún no cantaba la Misa Tridentina. En ese momento no tenía que cantar los propios de las misas como ahora.

Supe que el canto gregoriano existía porque a mi papá le regalaron un CD con covers «al estilo gregoriano» de canciones populares de rock. Estos «covers» no eran más que las canciones cantadas por un grupo de hombres de una manera plana, sin articulación ni vibratto y al unísono. Luego lo estudié en la universidad en uno de los módulos de Historia de la Música, y no sólo no entendí nada, sino que no le puse interés dado que para completar, la literatura en la que se basó el profesor estaba en inglés. 


Quién iba a pensar que unos años después el Canto Gregoriano iba a ser un pilar importante en el ejercicio mi carrera. 

Cuando conocí la música sacra (el cuento más repetido de este blog), de entrada venía ahí el gregoriano, y una vez entendí a grandes rasgos la notación, tuve que apurarme a cantarlo porque era necesario y el director no se podía detener a explicarle uno nada. Se trataba de un coro grande de aficionados así que cantábamos despacio y más o menos con métrica las melodías gregorianas. En Inglaterra, en el coro de la parroquia, lo experimenté de la misma forma. 


Luego volví al país y entré a un coro de cámara que unos amigos habían formado. Hacíamos música antigua, es decir cantos medievales, polifonía del Renacimiento y Canto Gregoriano. De todo el repertorio, lo que menos me gustaba, sin disgustarme, era el Canto Gregoriano, y como un compañero lo conocía mejor que yo, él ponía el criterio de interpretación. No obstante, ese criterio que se nos antojaba un poco aleatorio, no nos convencía a varios de los integrantes, y por eso tratamos de estudiarlo. En el curso de este estudio entendí mejor algunas cosas, pero se me escapaba la esencia de la interpretación, nunca nos quedó claro cuál era la forma correcta de cantarlo. Ese desacuerdo junto con otros problemas socavó mi relación con el coro, y terminé saliendo de ahí. Durante un año no canté nada del repertorio Gregoriano porque le había agarrado una especie de rencor. 


A principios de este año, mi concuñada me pidió que acompañara al coro gregoriano de mujeres que contrató para cantar su matrimonio, y lo hice para complacerla. No del todo convencida y sin verdadera pasión entré al coro oficialmente después. Hace poco escribí aquí acerca de cómo debo restringir mi voz cantando con ellas. También en la Capella Cathedralis, la otra agrupación a la que pertenezco, hicimos la otra vez el Te Deum gregoriano. 


Lo que no vi venir es que con la pertenencia al coro de mujeres, venían las clases teóricas que la directora, oficialmente formada en este asunto, dicta mensualmente. Con dos clases ha bastado para que se me despierte una auténtica pasión, claro, porque las clases no intentan abarcarlo todo como nuestro estudio con el otro coro, sino que toman elementos separadamente. Y es que el Canto Gregoriano es vastísimo y complejo, y las cosas no son blancas o negras, como alguna vez creí. 


Adicional a la fascinación por la historia y la teoría, ya le he cogido práctica a la interpretación de tanto cantarlo, ya entiendo la música, entiendo sus movimientos y dinámicas mucho mejor, y ahora lo escucho mientras lo canto y lo paladeo, lo disfruto. El efecto, siendo el Canto Gregoriano la música sacra más perfecta, es como de limpieza: Cuando practico sola o ensayo con el coro, siento que los cantos me lavan, son como agua cristalina que fluye y se lleva malos sentimientos.


Ahora quiero utilizar más los Cantos Gregorianos cuando tengo que cantar sola o con mi esposo, y ya no les temo, ni me causan aprehensión, nada. Quiero aprender más para hacerlo muy bien. Ha sido un viaje curioso.