Usar los ojos

Llegué hace dos días de mi primer retiro de Ejercicios Ignacianos, pero para tranquilidad de los lectores, esta entrada no va a ser una crónica de la experiencia, o una recomendación (aunque los recomiendo muchísimo), ni tampoco voy a insinuar mi Confesión General por aquí (algo que sí habría hecho en otro momento de mi vida, Oh my goodness…).

Solo vengo a llamarles la atención sobre un uso que encontré para nuestros ojos.

El retiro fue en un convento que tiene habitaciones para este fin a una hora y media de Bogotá, cuando ya la temperatura calienta un poco y se comienzan a ver pueblos y veredas para veranear, pero que no terminan de estar fuera de la selva tropical. Los Ejercicios requieren silencio absoluto, y las meditaciones restricción de los sentidos para concentrarse, así que las realizábamos en nuestras pequeñas celdas, pero teníamos buen tiempo libre después de las comidas. También cabe aclarar que nos guardaron el teléfono móvil por los 6 días, y obviamente debíamos prescindir de toda distracción y artefacto que nos comunicara con el mundo exterior.

Así que en los descansos encontré dos pasatiempos: Observar los pollos del corral de las Hermanas, y observar a los pájaros en los muchos árboles frutales. En estos pasatiempos sentí que volví a utilizar los ojos en mucho tiempo…

Caí en cuenta de que cuando estamos en la ciudad limitamos a propósito la vista: la utilizamos apenas para lo que necesitemos, como qué bus viene y si nos sirve, o cuándo cruzar la calle, o conduciendo el carro, o en Bogotá, si esa persona que viene se ve peligrosa o no. Y es que miramos el computador, el celular, y cuando no los tenemos a la mano ocupamos el pensamiento en ellos y visualizamos los asuntos que tenemos abiertos o pendientes, o las conversaciones que llevamos o llevaremos.

Es curioso porque antes de partir para el retiro, le tenía temor a aburrirme en los ratos libres habiendo seguido el consejo de no llevara ni siquiera mi labor de tejido, y obedecí. No sé, tal vez vivimos en un tiempo en el que da terror aburrirse. Algunas personas me dijeron que ese miedo podía ser miedo a quedarme sola con mis propios pensamientos, y enfrentarlos, pero… Al final, mientras observaba los pequeños y coloridos pajaritos, no estaba pensando en nada más que en ellos, estaba descansando como no pensaba que fuera posible.

Se supone que el cuerpo se descansa con el reposo, y que la mente se descansa con el ocio, entonces uno, ser humano del siglo XXI, pone Stranger Things, o juega a tener un restaurante ficticio en el celular, pero sale más perturbado, desesperanzado o afanado y estresado que antes… Ese no es verdadero ocio que descansa, eso altera… O se pone uno a scrollear el Instagram y empieza a desear lo que no tiene o a sentir envidia, y se estresa aún más.

Creo que descansar la mente consiste en concentrarla en algo en lo que ella no tiene que hacer mucho, y sobretodo, algo que represente un placer simple y sencillo. Es impresionante porque tuve que pensar y sentir mucho para los Ejercicios, pero también dormí bastante, y miré pajaritos, así que ningún día me sentí agotada o con el típico dolor de cabeza de haber llorado, pues lloré mucho.

En este mundo tan bombardeado de imágenes, palabras y peligros, vi que para mí el descanso real está en cómo uso los ojos.