Además de que mi ingreso principal hoy en día viene de mis clases de música e inglés, llevo unas cuantas semanas como estudiante de francés. Y aunque llevo más de 10 años siendo algún tipo de profesor, instructor o coach con algún éxito, he tenido una mala racha este año. Así que, les presento algunas de mis reflexiones al respecto por ser Mayo, el mes del día del profesor gracias a San Juan Bautista de La Salle, bajo cuya orden (los Hermanos de las Escuelas Cristianas) yo me eduqué.
Motivaciones
Empecemos por el principio, ¿por qué la gente querría educarse? Lo planteo porque de aquí se derivan las expectativas que tiene la gente al llegar a clase. En el instituto de idiomas para el que trabajo, y en el que ahora estudio, siempre debemos tener muy en cuenta las motivaciones de los estudiantes. Unos necesitan el segundo idioma para ascender en sus compañías, otros quieren hacer un estudio en ese idioma, otros van a comenzar una nueva vida en otro país. Ya sabiendo, los profesores estamos obligados a dirigir especial atención al vocabulario que el estudiante más necesita y usaría. Sin embargo, para mis clases de música no es tan sencillo. Las motivaciones que he visto han sido:
- Me encanta la música y quiero aprender.
- Tengo disposición y es mi sueño.
- No quiero avergonzarme en el karaoke/parroquia/reuniones.
- Mi hijo/hija muestra talento y disposición para la música.
- Quiero que mi hijo/hija aprenda esto.
- Ya pertenezco a un coro/grupo/montaje y quisiera estar más a la altura.
- Me estoy preparando para ser profesional.
No sé si algo me quedará faltando, me lo pueden comentar. En el caso de la música, según estas motivaciones ve uno hacia dónde orientar la clase, pero también el nivel de exigencia que se va a manejar. No obstante, con las clases fuera de una institución, es difícil exigir incluso lo mínimo, pero es muy común verse uno como profesor muy exigido de lo que los clientes tienen en mente.
El método
Viendo cómo mi método no es del gusto de muchas personas que quisieran algo más relajado o más orientado hacia ciertos géneros de música, en el caso de las clases de música; y por otro lado viendo cómo aún con un método pre-establecido, las personas se ven inconformes con mi personalidad de «baja energía», en el caso de las clases de inglés; me pongo a recordar cómo era de estudiante.
Y entonces mis recuerdos pueden ser desconcertantes, porque precisamente mis profesores favoritos eran los «ladrilludos» que hablaban por 2 horas seguidas y nos hacían leer y escribir ensayos: los catedrádicos. Cuando era niña no brillé mucho en primaria porque no me ajustaba mucho a las formas de enseñar, empezando porque era malísima para las manualidades y las carteleras… lo que se usaba en aquella época. Fue en la secundaria que me fue muy bien porque me era fácil hacer tareas largas, responder exámenes y comprender y retener la información por el tiempo necesario (pues ya he olvidado gran parte de ese conocimiento).
Digamos que me jugó a favor mi «baja energía»: Perfectamente me podía sentar a escuchar por largo tiempo y sólo escuchar, sin perder la concentración. Pero algo aún más determinante era la «pasión», es decir el gusto y el entusiasmo que sentía por todo. Por lo general, me gustaba mucho saber cosas y resolver problemas, todavía es así. Es por eso que aprecio enormemente a las personas que saben tanto que pueden llenar dos horas sólo con su conocimiento y reflexiones acerca del tema, y me gusta mucho la teoría, el funcionamiento interno de la música, por ejemplo, sus dinámicas y relaciones, sus razones de ser… Y así es como me da más placer enseñarla… Pero esto no es para todo el mundo, no cuadra con muchas de las motivaciones. Las personas suelen inclinarse por lo práctico, y no las culpo porque en la etapa principiante es crucial ver resultados, como me pasa en francés: necesito poder emitir con soltura las frases y los verbos básicos, y poder nombrar los objetos y lugares de la vida cotidiana, antes de ver el idioma en más profundidad. Así que hay que adaptarse. No obstante, mi alma siempre tiene el anhelo de poder investigar y enseñar algo a fondo.
La autoridad
Este es el tema más conflictivo y delicado con el que me he tropezado, porque en principio todo se ve truncado por la naturaleza, mi cuerpo: soy naturalmente soft-spoken, es decir, que hablo con mucha suavidad. Cuando el control de la clase me ha fallado, que gracias a Dios no ha sido tan recurrente, me han aconsejado, e incluso exigido que suba el volumen de mi voz, y lo he hecho, para encontrarme con que no funciona, porque por lo agudo y dulce de mi voz sueno como un niño más. Y no sé si sea completamente por la voz, o también por mi apariencia y personalidad juvenil y femenina, que siento que muchas veces no se me toma en serio, o se me perdona menos.
Tengo tres referentes de profesores con las mismas condiciones físicas que yo: voz aguda y suave, y aspecto suave. Con los tres, que se han configurado con los años como eminencias en su campo, vi el mismo recurso para hacerse tomar en serio sin cambiar sus condiciones físicas: la exigencia. Son «Cuchillas» que se han ganado el respeto (no recibido desde el principio) con tareas difíciles y frecuentes, y exámenes para los cuáles es de verdad necesario estudiar. Pero hay además otra cosa que dos de ellos tienen en común, y es poquísima o nula familiaridad con los estudiantes.
No faltará quien piense que eso último es terrible, que le es imposible aprender si el profesor no le agrada como persona, o no lo conoce, pero yo lo estoy comenzando a entender. Aún soy joven, pero no soy principiante en nada de lo que enseño, y cada vez pienso más que, por justicia, ya no se me debe considerar como tal. Pero hay algo ahí que no será cierto sino para algunos temperamentos y personalidades, y es que tratar con personas es sumamente desgastante, y menos cuando no se establece una distancia desde el principio, para lo cual ayuda un reglamento, una institución. Mis queridos amigos profesores cuchilla se han visto protegidos por las instituciones para las que trabajan, así como me ha pasado a mí en el instituto de idiomas, por lo cual me siento sumamente agradecida. Hay un conjunto de reglas que te apoya, unos jefes y personas de recursos humanos que procuran ser objetivos y justos, unos lineamientos ya establecidos, y personal para tratar distintos tipos de problemas. Y las personas estudian con la institución, no conmigo como persona.
En cambio, cada vez me veo más vulnerable en la clases particulares… Dictarlas ha sido una experiencia excelente, y me han permitido no vararme nunca, pero me han pasado todo tipo de fiascos a lo largo de los años. Tengo incluso un reglamento al que siempre quiero añadirle y añadirle más, de manera que a veces se me antoja que las cosas se hagan por contrato. Finalmente, estoy viendo el fin de mi tendencia natural a agachar la cabeza… Las circunstancias me apremian a exigir más, a poner barreras personales y a no poner más esfuerzo en hacerme amiga de los estudiantes… Al final, lo que necesito es estudiantes, no amigos.