Una cita de Chesterton (fragmento que me es muy familiar)

Me he puesto a releer «El hombre que fue Jueves», de G.K. Chesterton por puro placer y gusto. Y sabía que me iba a topar con este fragmento que me sacudió hace 10 años, la primera vez que lo leí, y que sigue sintiéndose muy cercano.

«Era Syme uno de esos hombres a quienes la aterradora locura de las revoluciones empuja, desde edad temprana, a un ‘conservatismo’ excesivo. Este sentimiento no provenía de ninguna tradición: su amor a la respetabilidad era espontáneo, y se había manifestado de pronto, como una rebelión contra la rebelión. Procedía de una familia de extravagantes, cuyos más antiguos miembros habían participado siempre de las opiniones nuevas. Uno de sus tíos acostumbraba salir a la calle sin sombrero, y el otro había fracasado en el intento de no llevar más que un sombrero por único vestido. Su padre cultivaba las artes, y la realización de su propio Yo. Su madre estaba por la higiene y la vida simple. De modo que el niño, durante sus tiernos años, no conoció otras bebidas más que los extremos del ajenjo y el cacao, por los cuales experimentaba la más saludable repugnancia. Cuanto se obstinaba su madre en predicar la abstinencia puritana, tanto se empeñaba su padre en entregarse a las licencias paganas; y cuando aquella dio en el vegetarianismo, este ya estaba a punto de defender el canibalismo.
Rodeado, desde la infancia, por todas las formas de revolución, Gabriel no podía menos de revolucionar en nombre de algo, y tuvo que hacerlo en nombre de lo único que quedaba: la cordura.»

Mi historia es muy similiar a la de Gabriel Syme en este aspecto. Mi familia siempre estuvo polarizada, y fui criada entre contradicciones constantes. Había sincronía en las cosas más superficiales, pero de fondo, en los valores, muy cerca de ser opuestos.

¿Cuál fue el resultado, ya viéndolo en mis treintas? Pues que estuve muy confundida e infeliz en la contradicción hasta que encontré por mí misma la verdad, que se acerca más al lado de mi mamá que al de mi papá, sin ser del todo lo mismo.

Algunas personas en mi lugar asumirían que, viendo tanto compromiso y convicción en posiciones contrarias, ambas son válidas; otra persona diría que ninguna lo es. Y este par de perspectivas deriva en la muy desesperanzadora idea de que no existe una única Verdad, de que todo es subjetivo, relativo.

Sin embargo, era apurado hacer esos juicios porque ambas posturas estaban incompletas, y creo que eso es lo que caracteriza a las ideologías recientes, incluso dentro de la misma Iglesia.

Mientras que Gabriel Syme optó por el sentido común, yo opté por el fondo. ¿Qué hay en el fondo? Traumas, acontecimientos históricos, la época, la familia, la costumbre, los medios… Tenía que haber algo más allá, tenía que trascender unos gustos, unas inclinaciones, unos genes, unas tendencias, una época…

He aquí uno de los muchos aspectos de mi vida que se vieron completamente satisfechos por la Madre Santa Iglesia Católica, una sed que se vio colmada con creces al leer a San Agustín, sobretodo. Pero también Chesterton colaboró, y los muchos teólogos y filósofos que nos muestran lo verdadera que es nuestra fe, lo razonables, maravillosos y sobrecogedores que son los episodios de la vida de Cristo, y lo ordenados y liberadores que son sus mandatos. Al final, aquí encontré un fundamento con sustancia para darle a mi vida.