Desde hace un tiempo se habla en el campo de los cantantes de esta escuela New Voice Studio, fundada en Italia por dos señoras que se dieron cuenta de que la forma que tenemos de cantar hoy en día, tanto en el pop como en la Academia, se basa en la tensión de los músculos y tiene terribles consecuencias a largo plazo. Eso con respecto a lo físico, pero también hablan mucho de que se debe recuperar la facilidad, la elegancia y «the joy of singing», que yo traduzco como LA ALEGRÍA DE CANTAR.
Se pregunta uno, ¿cómo es posible que se haya perdido el placer y la alegría de cantar? Es sencillo, cantar se ha vuelto una especie de deporte competitivo en el que se espera que un cantante demuestre gran poder: con un volumen muy fuerte, llegando a notas muy agudas con la voz de pecho, haciendo agilidades o melismas, etc., pero también, en un nivel menor, sonando como se espera que suene para determinados géneros, porque hay modas y sonoridades para el pop, el rock, la ópera, pero también para las músicas típicas colombiana, mexicana y así. Y es probable que cada voz única tienda hacia alguna de estas sonoridades naturalmente, pero eso no debería ser obligación ni atadura para nadie.
Por mi parte concluyo que la mayoría del tiempo no estoy disfrutando al cantar. Cuando canto música sacra en ensayo o en la misa, lo estoy haciendo como una máquina la mayoría de las veces, tratando de que cada nota salga bien, sin pensar en la intención de la música que está sonando, o peor, en el texto que estamos diciendo. Y ya no me sé casi canciones fuera de este ámbito, me sé las últimas canciones que me aprendí hace 10 años con las que ya no me identifico mucho, pero que además, las quiero cantar forzando mi voz de pecho lo más posible, tratando de hacer el belting que ya no puedo hacer, y que según las señoras maestras italianas, no es saludable.
Por otro lado está la «cita con el artista», un hábito que encontré por ahí en una especie de libro de autoayuda para creativos (que no me terminé porque me pareció un poco esotérico), que consiste en agendar un tiempo para uno estar con su arte, ya sea para inspirarse o para ejercitarse en él sin presiones, todo con el propósito de mantenerse motivado y productivo. Empecé a implementar mis citas haciendo ejercicios de composición, que no estaba mal, sin embargo, un día que me puse a tocar y a cantar mis propias canciones, entendí que me siento más motivada y más conectada con mi artista cuando CANTO lo que he escrito.
Tocando y cantando mis propias canciones SIEMPRE experimento el placer y la alegría de cantar, pues por lo general es el nivel de dificultad y el registro que me dicta mi organismo, y soy yo desahogándome, expresándome, hablando de lo que siento o pienso o me ha impresionado. La comunicación, que es la principal finalidad del canto, es lo más fácil posible cuando canto mis canciones.
Tengo pendiente aprenderme unas cuantas nuevas canciones para cantar en mi tiempo libre con las que me identifique mejor y pueda usar la voz que tengo ahora; pero también quisiera hacer el ejercicio de cantar de forma más sencilla la música sacra, sin pensar en cómo me está sonando esta vocal, cómo estoy coloreando, y otras cosas así, sino pensando más en el significado del texto y el movimiento de la música.
Se me ocurre que… Es como si hoy en día el cantante cantara para sí mismo, no para los demás.